Almetas y totones en Radiquero

El pasado día de Todos los Santos disfruté de una mágica noche en Radiquero/Raiquero, una recoleta localidad del Somontano de Barbastro, situada a escasa distancia de Alquézar. Aragón es muy rico en tradiciones, pero algunas de ellas están en peligro de extinción y están siendo arrasadas por la invasión cultural de otros países. La Noche de Ánimas, que tiene lugar la bispra* de la festividad de Todos los Santos, siempre se ha celebrado en los pueblos aragoneses. Pero quizás no fuera tan atrayente como la propuesta festiva conocida como Halloween. Su nombre no es más que la unión de las palabras de la expresión inglesa «All hallow’s eve», que significa literalmente víspera de Todos los Santos. La celebración llegó a Estados Unidos a través de los irlandeses que emigraron hasta el norte del continente americano. Su origen es una tradición celta, la celebración de Samaín, que marcaba el final de la época de cosechas, y que significaba el final de verano. Con el paso de los siglos y la expansión del cristianismo en Europa, la víspera del 1 de noviembre adquirió un significado más religioso. Mientras en Estados Unidos se fue convirtiendo en una fiesta pagana, en la que domina el miedo, el terror, las calaveras y calabazas, con adornos y disfraces que ya nada tiene que ver con nuestra festividad. Una fiesta reeditada y adaptada a la sociedad capitalista. Los americanos han encontrado en esta fiesta un auténtico filón, en el cual se dispara el consumismo. Muchos de los que participan en Halloween desconocen que aquí se ha celebrado siempre esta fiesta, que tiene elementos comunes, pero que ha sido desnaturalizada y convertida en un auténtico negocio.

*Bispra: Víspera.

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Sin embargo hay pequeños ejemplos de resistencia, como es el caso de Radiquero/Raiquero y la Asociación Cultural O Coronazo que poco a poco está ganando su batalla cultural, en defensa de lo nuestro y rechazando una fiesta importada. Tras once años organizando actividades, este año han pasado un millar de personas por este pequeño pueblo donde apenas residen medio centenar de vecinos. Una tarde festiva organizada por una modesta asociación cultural que demuestra el empeño y el trabajo bien hecho con un claro objetivo. Así reza en su cartel anunciador año tras año. «Esto no es Halloween. Gracias por no venir disfrazado». Y así queda de manifiesto por la celebración de unos actos que mantienen la tradición local ofreciendo al visitante una programación sencilla y de calidad muy diferente a la que cada año invade las calles de nuestros pueblos y ciudades.

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Las protagonistas de la fiesta son las ánimas, las almas de los difuntos que no pueden entrar al cielo ni al infierno, por haber tenido una muerte violenta o haber dejado en vida algo importante por hacer. En estas tierras existen dos tipos de almas. Las almetas que se pasean por el cementerio, vestidas de blanco con dos cirios encendidos. Y los totones, guardianes del campo santo, que llevan un cirio en la mano en lugar de dos para diferenciarse de las almetas. En esta noche las ánimas salen en procesión fuera del cementerio. Y las almetas ofrecen uno de sus cirios a los vivos y si alguno lo toma pasa a formar parte de la triste comitiva.

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Por la tarde tenían preparados talleres enfocados principalmente para niños. El más tradicional era el de calaveras, para lo cual la organización proporcionó calabazas. Cada uno escogió la suya y tras vaciarla le hicieron los orificios de ojos y boca. Es imprescindible además realizar un gran agujero para introducir la vela en su interior, con el fin de que pueda ser iluminada por la noche. Además organizaron otros cuatro talleres más: de chapas, blancas almetas, fantasmas sorpresa y dulces almetas. Después nos invitaron a dar un paseo por las calles de pueblo. Por ellas estaban los figurantes que representaban a dos abuelas del lugar y a Doña Severa. Ellas se encargaron de animar a todos los foranos con sus bromas y sus chascarrillos, utilizando el habla local, un aragonés fácil de entender. Y mientras tanto por todos los rincones había almetas y totones que dondiaban* creando el ambiente propio de la noche de ánimas. Su suave caminar, con cambios continuos de dirección, y su cara blanca iluminada por la vela que portaban realmente daba miedo. Poco a poco la gente fue acudiendo a la plaza donde se ofreció chocolate y bizcocho a los asistentes. En uno de los balcones de la plaza apareció Doña Severa, esa dulce viejecita que nos contó más historietas sobre esta festividad, rechazando la fiesta comercial de Halloween y remarcando cómo se celebraba esta festividad antaño en la localidad. Acto seguido comenzó la triste comitiva hacia el cementerio. La oscuridad de la noche sólo fue interrumpida por el resplandor de las teas encendidas, las caras de las calabazas, y las velas de las almetas y totones. Junto al campo santo Doña Severa nos contó más curiosidades sobre los lugares de enterramiento. Una vez conducidas las almetas al cementerio, donde aguardarían hasta el año que viene, finalizó la procesión. Y los actos organizados terminaron con los cuentos a cargo de Pep Bruno en el interior de la iglesia parroquial. El recogido lugar fue idóneo para los relatos con algo de suspense con los que nos deleitó este escritor que ha viajado por medio mundo contando cuentos. La sesión culminó con el conocido cuento de Marieta que contó Sandra Aragüás, el alma de Doña Severa.

*Dondiar: Deambular.

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