Cutanda, escenario de una batalla trascendental en la historia de Aragón

Cutanda es una pequeña localidad turolense situada a doce kilómetros de Calamocha, en la Comarca del Jiloca. En la actualidad su censo no alcanza el centenar de habitantes. Se asienta la población a 1059 metros de altitud. El casco urbano se articula en torno a la carretera, que hace las veces de calle mayor. En un pequeño ensanche se encuentra uno de los numerosos peirones de la zona, acondicionado con el uso de fuente. En la otra acera el ayuntamiento, modesto edificio que tuvo lonja de dos vanos en la parte inferior, aunque ahora están cegados. Y a continuación la iglesia de la Asunción, obra terminada en 1624. Se accede a través de una portada adintelada sobre la cual aparece un frontón curvo partido con un escudo. En su interior se estructura mediante tres naves, bajo bóveda de medio cañón con lunetos, y sobre el crucero se dispone una cúpula vaída sobre pechinas. La torre de ladrillo cuenta con tres cuerpos y vanos rectangulares. Se culmina con tejadillo y chapitel.

En la parte alta es bien visible su castillo, aunque no por sus escasos restos, sino por su posición elevada y muy cercana a las viviendas. Ahora apenas queda un muro de sillería en el que se pueden observar restos de una bóveda de crucería. La fortaleza de origen musulmán fue destruida durante la batalla de Cutanda. Tras la reconquista fue cedida al Arzobispado de Zaragoza, siendo reedificado y utilizado como palacio señorial, manteniendo su carácter defensivo. Allí residía el alcaide de Cutanda, encargado de recaudar los impuestos para el arzobispo. Se trataba de las diezmas y primicias de la localidad, a lo que se añadía un porcentaje de lo recaudado en las localidades de la Comunidad de Aldeas de Daroca. Todo ello era guardado en el palacio y trasladado posteriormente a Zaragoza. A mediados del siglo XV el castillo recibió el ataque de los castellanos. Durante la segunda mitad del siglo XIX fue utilizado por un destacamento militar durante las guerras carlistas. Después de dicha contienda la fortaleza perdió uso militar y fue abandonado. A partir de este momento comienza su desmantelamiento; los materiales son reutilizados para la reformas de torre de la iglesia y principalmente para la construcción de nuevas viviendas en la población. Debido a su mal estado el ayuntamiento solicita el derribo del castillo, obras que se llevan a cabo en 1869. En ese momento se dejó la primera planta del edificio, con lo que el expolio de materiales continuó hasta dejarlo como se encuentra en la actualidad, prácticamente en los cimientos.

Aunque la primera cita documental de Cutanda data del año 1138, unos años antes tuvo lugar en las inmediaciones la batalla de Cutanda, una contienda transcendental en la historia del reino de Aragón. Los antecedentes a esta importante batalla se encuentran unos años antes. El monarca castellano Alfonso VI toma en 1085 la ciudad de Toledo y entonces el rey de la taifa de Sevilla solicita ayuda a los almorávides que ocupaban Marruecos. Al mando de Yusuf ibs Tasufin estos monjes-soldado extendieron su guerra santa al amparo del Islam y se apoderaron del sur de la Península Ibérica, quedando sólo los reinos de Taifas de Albarracín y Zaragoza. En 1104 cayó el primero de ellos y en 1110 se apoderaron de Zaragoza. Sin embargo pocos años pudieron disfrutar de la mítica Medina Albaida, como era conocida la Ciudad Blanca de Zaragoza. La gran ofensiva de Alfonso I el Batallador al valle medio del Ebro se afianzó con la toma de Zaragoza el 18 de diciembre de 1118. Entonces el avance del monarca aragonés fue imparable, con la toma de Tudela, Tarazona y llegando a reconstruir la ciudad de Soria en 1119. Después comenzó con el sitio de Calatayud, en 1120. Justo en este momento conoció el avance del ejército musulmán que tenía la intención de recuperar Zaragoza. Llevaban meses preparando la ofensiva musulmana a la que se añadieron los caudillos y sus guerreros de Sevilla, Granada, Murcia, Lérida y Molina de Aragón, bajo el mando del general Ibrahim Ibn Yusuf. Alfonso I el Batallador levantó el asedio de Calatayud y trasladó su ejército al encuentro. Se le añadieron las tropas de Imad al-Dawla, el regente musulmán expulsado diez años antes de Zaragoza por los almorávides, ahora vasallo del rey aragonés. También contó el apoyo militar con 600 caballeros del duque de Aquitania, Guillermo IX el Trovador. El ejército cristiano, que según las fuentes históricas contaba con 12.000 jinetes, sitió el castillo de Cutanda y aguardó la llegada de los musulmanes, con unos 5.000 jinetes. Ascendiendo por el valle del Jiloca o por Perales de Alfambra y Portalrubio, según las versiones de los historiadores, llegaron los musulmanes al encuentro en Cutanda.

Aquel 17 de junio de 1120 se libró una dura batalla. La ubicación exacta se desconoce ya que no se han encontrado restos. Se supone que fue en una vaguada situada a escasa distancia del casco urbano, cuya partida es conocida como Las Celadas. Precisamente “celada” significa emboscada entre gente armada, en la cual se ataca al enemigo desde una posición oculta con el fin de pillarlo desprevenido. En el arranque del camino de Nueros, frente al cementerio, hay un calvario situado sobre el lugar que conmemora la victoria cristiana. Según las crónicas francesas fallecieron 15.000 musulmanes y fueron capturados dos mil camellos. No parece que fueran ciertas las cifras de los participantes en la batalla ni de los fallecidos, pero lo que no se puede cuestionar que ésta se trata de una de las grandes victorias de Alfonso I el Batallador. Tan decisiva que si no se hubiese producido quizás los musulmanes podrían haber recuperado Zaragoza. Y tan dura debió ser que durante cientos de años después todavía se decía “peor fue la de Cutanda”, intentando quitar importancia a algún desastre o desgracia. El rey aragonés aprovechó la victoria para afianzar el territorio. En una semana entró en Calatayud, tomando numerosas plazas de camino. También tomó Daroca en ese mismo año. El avance de la Reconquista fue mucho más fácil en dirección al Levante ya que tras la derrota los musulmanes perdieron interés en este territorio, centrándose en otras plazas como Tortosa, Lérida o Fraga. Precisamente en el sitio a la última de ellas Alfonso I el Batallador sufrió un ataque sorpresa y tuvo que huir herido. El 7 de septiembre de 1134 espichó* en la pequeña localidad de Poleñino.
*Espichar: Fallecer, morir.

En junio del 2015 se creó la Asociación Batalla de Cutanda con el objetivo de poner el valor este importante hecho histórico. Para ello se buscó la participación de grupos de recreación histórica, estudiosos, particulares y asociaciones para la participación en este nuevo proyecto cultural. Desde el año 2016 se celebran anualmente jornadas conmemorando la batalla. Se representan escenas como la escaramuza de la Fuente Vieja, donde los cristianos son asaltados por los cutandinos musulmanes; pero la más espectacular es el asedio y conquista del castillo. Durante las jornadas las personas van ataviadas con la vestimenta de la época, a la que se acompañan arqueros y incluso una muestra de caballería. Y de manera paralela se lleva trabajando desde la asociación a lo largo de estos años en la búsqueda de la ubicación exacta del campo de batalla. Se parte de una superficie de más de 300 ha, en el entorno de la partida de Las Celadas. A diferencia del yacimiento arqueológico de un poblado, donde es más fácil de encontrar restos debido a que el asentamiento humano se ha prolongado durante años o siglos, los restos arqueológicos de una batalla son más escasos y difíciles de localizar. Es un hecho de gran intensidad pero de una corta duración en el tiempo, unas horas o unos días. Por ello se aspira a poder trobar* los restos de las fosas donde se enterraron a la gran cantidad de muertos en la contienda, o a restos del armamento como pueden ser puntas de flechas.
*Trobar: Encontrar.

Además de las prospecciones visuales y pequeñas catas arqueológicas, se han desarrollado varias intervenciones de mayor calado tecnológico. Las diferentes tecnologías empleadas en la búsqueda del lugar de la contienda están convirtiendo esta empresa en un referente a nivel nacional. Todas ellas coinciden en que para la inspección no se requiere de contacto directo con el terreno. La primera de ellas fue de la mano del Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros nº 12 de Zaragoza en la que utilizaron sus sistemas de detección geofísica y magnética con el objetivo de hallar restos materiales. Intervinieron en un espacio de 800 metros cuadrados. Con estos métodos se pueden detectar estructuras (fosas o muros), así como otros vestigios sin realizar excavación alguna. Otro de los métodos utilizados, el Lidar, ha sido posible gracias a la colaboración de la empresa Vitruvian Technologies. Éste se apoya en un láser que barre de manera sincronizada el espacio a estudiar. Ello permite la generación de modelos digitales en 3D con el objetivo de explorar la orografía del terreno, que pueden dar alguna pista sobre su localización. Otra colaboración tuvo lugar gracias a la empresa Revolotear, a través del vuelo de drones dotados con una cámara multiespectral. Este sistema permitió la inspección de una superficie mucho más amplia, unas 300 ha. Además las fotografías captadas tienen una precisión muy superior a la de otros medios aéreos. Mediante cuatro vuelos en diferentes condiciones meteorológicas se pudieron extraer datos sobre el terreno relacionados con la humedad que puede acumular y la vegetación que crece en él. Ello puede dar indicios sobre zonas de tierra removida donde podrían encontrarse las fosas de enterramiento. La última de las intervenciones mediante métodos muy avanzados corresponde a la empresa GeoZone, una empresa especializada en trabajos de consultoría geofísica que mediante el georadar 3D ha realizado nuevos estudios sobre el terreno, haciendo énfasis en adaptar el método a la prospección de restos arqueológicos. Sin embargo hasta la fecha el hallazgo más importante no ha sido encontrado en el campo de batalla sino en el Museo del Louvre, en París. Gracias a un colaborador se ha descubierto que está expuesta en este importante museo una pieza en cuya ficha técnica deja bien claro que está relacionada con la batalla de Cutanda. Se trata de un preciosa pieza, un vaso de cristal de roca decorado en su base y empuñadura con piedras preciosas, perlas y plata nihelada. Mide 33 cm de altura. Fue donado por el rey al-Dawla, también enemigo de los almorávides, a Guillermo IX de Aquitania por su participación en la batalla, y puede proceder del botín tomado en la misma.

A toda esta labor de investigación se añade la realización de actividades tanto de divulgación histórica mediante charlas así como de participación en recreaciones de otras localidades. Y también se ha realizado un hermanamiento con el municipio de Santa Elena (Jaén), donde tropas castellanas, aragonesas y navarras vencieron a musulmanes en la conocida como batalla de las Navas de Tolosa, constituyendo el punto culminante de la reconquista de la Península Ibérica. Tras la realización de una torre en homenaje a la batalla de Cutanda en la población jienense, ahora se ha correspondido desde la población aragonesa con la construcción de un peirón en la parte alta del pueblo. Cuenta con decoración mudéjar y ha sido levantado por el ayuntamiento de Calamocha, del cual depende Cutanda.

Y todo ello con el reto de la celebración del noveno centenario de la batalla de Cutanda, que tendrá lugar el 17 de junio de 2020. Para esta fecha se espera ya esté abierto el Centro de Interpretación de la Batalla de Cutanda. Se ha conseguido una partida económica del FITE que servirá para acondicionar un antiguo almacén de cereal de la localidad. Y también se está trabajando para que a ese evento acudan personalidades relacionadas con los participantes en la batalla, así como de los territorios íntimamente ligados al proceso de reconquista cristiana por los aragoneses.

El castillo de Juslibol, llave de la reconquista de Zaragoza

En esta nueva aventura propongo descubrir un lugar con mucha historia que se encuentra abandonado a su suerte. ¿Qué os sugiere el nombre de Juslibol? Un galacho, un barrio de Zaragoza, un espacio natural, viviendas en cuevas, El Tinajo… Quizás algunos zaragozanos recuerdan aquellos domingos en los galachos, lugar de encuentro de muchas familias cuando todavía se podía entrar con el coche e incluso bañarse en las peligrosas lagunas producto de las antiguas graveras.

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Pero la mayor parte seguro que no sabe el origen del topónimo de Juslibol, y su importancia en la historia de Zaragoza. En el siglo XI los musulmanes levantaron un puesto defensivo al borde de los escarpes que delimitan el valle del río Ebro. Fue conocido con el nombre de Mezi Meeger y su objetivo era la defensa ante posibles ataques cristianos. Pedro I de Aragón, con el avance de la reconquista hacia el sur, toma este castillo. Entonces fue bautizado con el nombre de Deus lo vol (Dios lo quiere, la voluntad de Dios) frase utilizada como chilo* de guerra en las cruzadas. De aquí proviene el nombre de Juslibol. Este enclave era de gran importancia estratégica, debido a su emplazamiento elevado sobre un cerro en la margen izquierda del río Ebro, desde el cual se dominaba la vega y la ciudad de Saraqusta, la Zaragoza musulmana. Este punto distaba exactamente cinco kilómetros de su mezquita mayor, ubicada en el mismo lugar donde ahora se levanta la catedral de La Seo. Por ello se convirtió en una posición vital para su reconquista. Formaba parte además de la línea ofensiva cristiana de 25 kilómetros formada por enclaves situados al borde de los escarpes de yesos, en la margen izquierda del Ebro. Juslibol era el más cercano a Zaragoza, al cual se añadían las fortalezas del castillo de Miranda, el castillo de Alfocea, la torre de Candespina de Sobradiel, castillo del Castellar, castillo de Santa Inés y el castillo de Pola de Remolinos.

*Chilo: Grito.

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La toma de Zaragoza fue una auténtica cruzada como así lo manifiesta la celebración de un concilio en Toulouse donde se reunieron obispos de Aragón, Navarra y del sur de Francia para proclamar la guerra santa contra el enemigo musulmán. Alfonso I de Aragón se reunió con ellos para ponerse al frente del ejército cristiano. A él se añadieron caballeros franceses, aragoneses, sobrarbenses, ribagorzanos, navarros, vizcaínos y alaveses. En el verano de 1117 el rey Alfonso junto a sus compañeros de armas, los hermanos Gastón, vizconde de Bearn, y Céntulo de Bigorra, realizaron una inspección de las murallas de la ciudad en busca de los puntos débiles. El asedio a Saraqusta comenzó en mayo del 1118. Un mes después los cristianos tomaron el palacio de la Aljafería, lo cual supuso un duro golpe para los musulmanes. Abd Allah ibn Mazdali, gobernador de Granada, acudió en ayuda de los sitiados, pero éste murió al poco de entrar en la ciudad, lo cual les supuso un nuevo revés. Saraqusta no fue asaltada y el asedio provocó su rendición por hambre. Alfonso I el Batallador entró en la ciudad junto con sus tropas el 18 de diciembre de 1118 tomando posesión del palacio de la Zuda. La capitulación fue ventajosa para los rendidos, que pudieron conservar sus propiedades, su religión e incluso su estructura de gobierno. La toma supuso también la sumisión de amplios territorios, desde Magallón hasta Fuentes de Ebro y Alfajarín, y por el sur hasta el puerto de Paniza.

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En cuanto al castillo de Juslibol, tras la reconquista de Zaragoza, perdió poco a poco su valor estratégico y su uso militar. En 1134, el rey aragonés lo cede a los Garcés. En 1160 pasa a manos del obispado de Zaragoza. En el siglo XIII el castillo volvería a manos de la corona, hasta que en 1233 el rey de Aragón Jaime I el Conquistador lo vende al arzobispado de Zaragoza. Hoy en día pertenece a la Casa de Ganaderos. Apenas quedan restos de una de las torres, y es conocido popularmente como el Picote de San Martín.

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El castillo de Juslibol se ubicaba en una posición elevada, en su momento cubierta por densos bosques, a unos 70 metros de altura sobre la vega del Ebro. La fortaleza estaba formada por un recinto de pequeñas dimensiones de planta irregular, que no superaba los cincuenta metros de largo. Se emplazaba sobre un pequeño cerro delimitado al sur por paredes de gran desnivel, y al oeste por un barranco. Su defensa natural se reforzó con la construcción en época musulmana de varios fosos que rodeaban buena parte de su perímetro, ahora ya colmatados de sedimentos. El castillo estaba rodeado de una muralla con varios torreones. Se pueden apreciar algunos restos de paredones de tapial y piedra. El elemento más visible es parte de una posible torre situada al borde del barranco por el lado que mira a la vega del Ebro. Conserva uno de sus laterales en el cual todavía se puede apreciar una pequeña aspillera. Y también se conserva parte del aljibe del castillo.

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Uno de los hechos históricos más importantes de la ciudad de Zaragoza, la reconquista por parte de Alfonso I el Batallador, tiene como escenario importante el castillo de Juslibol, de donde partieron las tropas. Sin embargo su ubicación es apenas conocida. Incluso en la actualidad recibe otro nombre, el picote de San Martín. Desde Juslibol se aprecia su único resto, un muro que despunta sobre los escarpes cerca de la iglesia parroquial. Pero nada más. Allí yacen sus restos, que dentro de poco desaparecerán y con ello parte de la historia de la ciudad de Zaragoza. Es sorprendente el olvido y el abandono por parte del ayuntamiento de Zaragoza de este castillo, fundamental durante la reconquista y que tras su toma se convertiría en capital del reino de Aragón. Un simple cartel indicativo, un pequeño sendero de acceso, un cartel explicativo sería lo mínimo que habría que hacer para no dejar en el olvido este enclave. Pero también un estudio arqueológico del castillo y sus alrededores descubriría seguro muchos más detalles de esta importante etapa de la historia zaragozana. Sin duda alguna una buena fecha para el término de estas actuaciones sería el noveno centenario aniversario de la reconquista de Zaragoza, que se cumple el 18 de diciembre de 2018. Una ciudad con más de dos mil años de historia no puede xublidar* uno de sus restos arqueológicos más importantes, un pequeño castillo que supuso la llave de la reconquista de la ciudad de Zaragoza.

*Xublidar: Olvidar.