Cauvaca, el triste final del río Guadalope

El río Guadalope es el segundo afluente más largo del río Ebro por la margen derecha, tras el río Jalón. Nace en la Sierra de Gúdar, en las cercanías del puerto de Sollavientos. En su primer tramo pasa por las poblaciones de Villarroya de los Pinares, Miravete de la Sierra y Aliaga. Más adelante por Castelserás y Alcañiz. Y finalmente alcanza Caspe, donde llega su triste final. Su longitud aproximada es de 160 kilómetros. Según dicen es el río mejor regulado de Aragón, y por ello el más desnaturalizado. Todo ello en contrapunto con uno de sus afluentes, el Bergantes, donde llevan años luchando por justamente lo contrario, que su río discurra con naturalidad por donde siempre lo ha hecho, sin presas que alteren su cauce.

Sin embargo en el Guadalope durante el siglo XX fueron construidos entibos*, se derivaron y retuvieron sus aguas alterando de manera notable su régimen hidrográfico y su hábitat natural. En los años treinta se hizo la presa de Santolea (43 hm3) y se terminó la estanca de Alcañiz (7 hm3), que aunque no está en el cauce se alimenta de aguas del río a través de una acequia de derivación. Y en los años ochenta se construyó el embalse de Calanda (54 hm3) y el embalse de Caspe (82 hm3). La puntilla a toda esta situación fue la construcción sobre el cauce del Ebro del embalse de Mequinenza en los años sesenta, el más conocido como Mar de Aragón por sus dimensiones. Su capacidad máxima es de 1.530 hm3, y tiene una longitud mayor al centenar de kilómetros, con un perímetro de costas de 500 kilómetros debido a su sinuoso trazado. Este mega embalse fue construido con el fin de producir electricidad, y para ello anegó 3.500 ha de huertas entre otras muchas afecciones. Pero también mutiló el tramo final del río Guadalope.

*Entibo: Embalse.

Los embalses han sido defendidos como un motor de desarrollo económico por creación de regadíos y la producción de energía eléctrica. Sin embargo se ha acallado el precio pagado directa o indirectamente por los afectados de estas grandes obras hidráulicas. Las previsiones económicas de los costes de las mismas siempre superan los presupuestos iniciales, duplicándose en muchos de los casos, sin hacer cuantificación de los beneficios de manera contable. Por lo general provocan una injusta distribución de beneficios, empobreciendo los territorios donde se ubican, beneficiando a otras zonas a veces muy distantes y fundamentalmente a sectores más ricos. Todo ello sin contar con el grave e irreparable impacto medioambiental que conllevan, de valor incalculable. Muchas de estas obras, y en concreto la del embalse de Mequinenza, se llevaron a cabo bajo la dictadura de Franco, que hizo invisibilizar la tragedia que supuso para los afectados. No sólo la desaparición de miles de hectáreas de huertas, sino también de pequeños núcleos como el barrio de Cauvaca, situado junto al Cabo de Vaca, en la desembocadura del río Guadalope. Además de los medios de subsistencia tanto de sus habitantes como los de poblaciones cercanas. Se les acalló con la mordaza del consenso social que justificaba las obras como necesarias para el progreso, pero de los demás, no de los afectados. Los tiempos han cambiado y ahora las gentes tienen más libertad para luchar por lo suyo, aún siendo minoría. Y tienen más oportunidades para defender su derecho a vivir en su tierra, y la que fue de sus antepasados, y que será de sus hijos.

Y eso es lo que pasó en Cauvaca, muy cerca de Caspe. La historia de sus habitantes ha sido recuperada con la publicación del libro “Cauvaca. El paraíso perdido”, perteneciente a la colección Tedero de la Asociación de Amigos del Castillo del Compromiso de Caspe. Su autor ha sido Alfredo Grañera. En sus páginas se pretende hacer un homenaje a los habitantes de estas fértiles tierras llenas de vida. Las aguas inundaron sus viviendas y sus campos. El barrio rural estaba formado por unas 20 torres habitadas, cuyos habitantes mantenían un estrecho contacto. Y también la ermita de San Bartolomé, una fábrica románica del siglo XII. Junto a ella estaba la escuela, cuyas puertas ya estaban abiertas a principios del siglo XX. En el año 1932 alcanzó los 43 alumnos, y se mantuvo abierta hasta que las aguas del pantano lo arrebataron todo. Se llevaron por delante las vidas, los sueños, las ilusiones y el futuro de los cauvaqueros, todo menos sus remeranzas*. El relato de sus habitantes identifica a Cauvaca como un paraíso. En general el ambiente era bueno entre ellos. A pesar de la cercanía con Caspe, a tan sólo un kilómetro, estaban aislados por el río y el ferrocarril. Allí vivían tranquilos y libres de muchas de las penurias morales y económicas que se sufrieron en la posguerra. Ello se debía en buena medida a la gran fertilidad de sus tierras, cuyas abundantes cosechas llevaban a vender a Peñalba o Candasnos.

*Remeranza: Recuerdo.

Las obras del embalse de Mequinenza afectaron de manera notable al río Guadalope en su desembocadura, junto a la población de Caspe. Su casco urbano se hubiera visto afectado seriamente por la lámina del agua, con lo que tuvo que levantarse el Dique de Caspe, junto al Cabo de Vaca. Ello derivó en la interrupción física del cauce aguas arriba que se solventó técnicamente con la construcción de una represa, o Presa de los Moros. Desde este punto el cauce natural se desvía a través de tres túneles que desembocan en el embalse de Mequinenza. Sin embargo quedaba por solucionar el problema del antiguo cauce del río. Ocho kilómetros hurtados al Guadalope, que todavía forman parte de un valle por el cual puede discurrir agua en caso de lluvia. Allí también se acumularían las aguas sobrantes de las huertas que todavía se mantendrían gracias a las acequias de este tramo. Y para ello hubo que instalar cuatro potentes bombas de achique en la parte final, junto a la presa. El objetivo era evacuar tanto el agua de las escorrenterías del riego como de la acumulación de agua en caso de tormentas, y evitar así la inundación de este espacio completamente desnaturalizado.

En este tramo sólo se ha intervenido en la zona más cercana al casco urbano, con la creación de un parque que ha eliminado cualquier rastro del antiguo cauce. A escasas distancia la carretera de acceso al casco urbano ya no precisa del puente para cruzar el río, y ahora ocupa sin ningún tipo de miramiento el cauce desaparecido del río Guadapole.

En el resto, la ausencia de actuaciones en este precioso valle por el que ya no circulan las aguas del Guadalope ha provocado que se haya convertido en una auténtica cloaca. Aguas estancadas que provocan malos olores, y espacios que se han convertido en vertederos ilegales de todo tipo de enseres. Una situación denunciada desde años por los caspolinos. La publicación del libro sobre Cauvaca ha resurgido esta demanda, y se han recogido más de 3.500 de apoyo a la causa. En los últimos años se han sucedido algunas reuniones entre administraciones para poner remedio a esta situación, aunque por el momento no se han decisiones firmes para realizar las actuaciones. Se requiere de un proyecto integral que restituya el daño ecológico realizado, con el fin de recuperar el hábitat natural perdido en la medida de lo posible. Un triste final para el Guadalope, que nunca será como antes, pero que puede devolver la dignidad a este valle ahora convertido en un sumidero.

Meridiano de Greenwich, la línea imaginaria que cruza Aragón

Meridiano de Greenwich, la línea imaginaria que cruza Aragón

En octubre de 1884 tuvo lugar en Washington la Conferencia Internacional del Meridiano. Allí se dieron cita representantes de veinticinco países, entre los cuales estaba España. Su objetivo era elegir un meridiano para ser empleado como longitud común y como referencia de los husos horarios de todo el mundo. La necesidad se basaba en la existencia de numerosos meridianos por aquel entonces. Fueron planteadas tres propuestas: el meridiano del Hierro, el meridiano de París y el meridiano de Greenwich. Tras siete sesiones se decidió la adopción del meridiano actual, con veintidós votos a favor, el voto en contra de República Dominicana y la abstención de Francia y Brasil.

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En el siglo II Claudio Ptolomeo, sabio que nació en Egipto y trabajó en la mítica biblioteca de Alejandría, realizó la primera compilación de mapas del mundo con precisión sorprendente para la época. Fue el primero en utilizar latitudes y longitudes para localizar ubicaciones en sus mapas. Estableció como extremo más occidental la isla del Hierro, en el archipiélago canario. Hasta el descubrimiento de América, la Punta de la Orchilla se consideraba el límite del mundo conocido (a pesar de que Finisterre haya adoptado tradicionalmente este término). Y por este punto pasó el geógrafo el meridiano cero de referencia. La cartografía mundial dio un gran vuelco con la aparición del Nuevo Mundo. A pesar de ello en 1634 se dieron cita matemáticos y astrónomos en París para ratificar el meridiano del Hierro como meridiano cero para todos los países.

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El meridiano de París es aquel que pasa por el Observatorio de París. Las mediciones más precisas de dicho meridiano fueron llevadas a cabo por François Arago. Nació en la localidad de Estagel, cerca de Perpignan en 1786. Tras ingresar como secretario de la Boureau des Longitudes (Oficina de las Longitudes) recibió el encargo completar las mediciones del meridiano. Durante tres años estuvo trabajando primero en los Pirineos con un compañero suyo y después en la isla de Mallorca. Sus trabajos fueron confundidos con labores de espionaje ante la inminente invasión napoleónica. Su persecución se prolongó hasta julio de 1809 en el que finalmente alcanzó el puerto de Marsella. A pesar de todas sus vicisitudes conservó los resultados de sus investigaciones, y fue nombrado miembro de la Academia Francesa de las Ciencias con tan sólo 23 años. A lo largo de su vida desarrolló una labor incansable en el campo de las matemáticas, física y astronomía. En 1848 fue elegido ministro de la Guerra en el gobierno provisional de la república, tras la caída del rey Luis Felipe I, ejerciendo responsabilidades de jefe de gobierno. Entre las medidas sociales que tomó fue la reducción de la jornada laboral y la abolición de la esclavitud. Tras su periplo político volvió a su labor de investigación hasta su muerte en 1852.
El meridiano de Greenwich es desde hace poco más de cien años el meridiano cero o primer meridiano. Su punto de referencia es el antiguo Real Observatorio de Greenwich, situado en la ribera del Támesis, a 15 kilómetros de Londres. Tras la Segunda Guerra Mundial fue trasladado el observatorio debido a su mala visibilidad, pero las viejas instalaciones se conservan y fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997. Se trata de una línea prexinada* que une los polos dividiendo el mundo en dos partes. Discurre de norte a sur atravesando Francia, España y Reino Unido, en Europa, Argelia, Malí, Burkina Faso, Togo y Ghana, en África. Cada 15° en dirección al este y al oeste se establecen nuevas líneas imaginarias hasta completar los 180° de la esfera terrestre. La línea opuesta al meridiano de Greenwich atraviesa el Océano Pacífico y se conoce como el meridiano de 180°.
*Prexinada: Imaginaria.
La importancia de este meridiano radica en que es la referencia usada para realizar el cálculo de las diferencias horarias entre cada punto de nuestro planeta. Para ello fueron definidos los husos horarios, dividiendo la superficie terrestre en veinticuatro áreas. Cada uno de ellos está centrado en un meridiano. El huso central es el huso 0, dividido en dos partes iguales por el meridiano de Greenwich. Está limitado por los meridianos de longitudes 7º 30′ W y 7º 30′ E. Los husos se representan por la letra Z y se numeran de 0 a 12 horas. Como la Tierra gira de oeste a este, son positivos hacia el este y negativos hacia el este. Todos los lugares que se encuentran en el mismo huso horario tienen la misma hora. Y el día universal comienza a medianoche en el huso central. El meridiano de 180° es la línea internacional que marca el cambio de día.

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Anteriormente se usaba el tiempo solar aparente con lo que la diferencia de hora entre una ciudad y otra podía ser de unos minutos. El empleo de los husos horarios corrigió el problema parcialmente, al sincronizar los relojes de una región al mismo tiempo solar medio. Sin embargo debido a las características geográficas cada país, región o archipiélago ha adoptado un huso común, no ajustándose exactamente al espacio geográfico marcado por las líneas imaginarias. Incluso en España se da la anomalía de tomar un huso desplazado más de una hora respecto al que nos correspondería geográficamente. Esta decisión fue tomada por Francisco Franco con el fin de llevar la misma hora que la Alemania de Hitler. Esto quiere decir que deberíamos tener una hora menos. Resumiendo, por nuestra situación deberíamos llevar la hora media de Greenwich (GMT). En ibierno* llevamos una hora más por el cambio político llevado a cabo hace medio siglo (GMT+1). Desde el año 1981 se aplica la normativa europea de adelanto de una hora para aprovechar mejor la luz solar y consumir menos electricidad (GMT+2). Y a pesar del desfase horario respecto al huso horario ésta es la hora que mejor llevamos los españoles. Incluso hace unos años se pronunció a favor de su mantenimiento el parlamento autonómico de Baleares y se sumó al debate la Comunidad Valenciana.
*Ibierno: Invierno.
El meridiano de Greenwich también atraviesa Aragón. En su recorrido de norte a sur cruza los Pirineos y atraviesa el valle de Ordesa, a escasos metros de las conocidas Gradas de Soaso. Siguiendo su trazado hacia el sur llega al valle del río Ara, y pasa a menos de cien metros del casco urbano de Jánovas, ahora inmerso en su recuperación. La línea imaginaria en su avance rectilíneo pasa justo por encima de las tres viviendas apiñadas que componen la pintoresca aldea de Aguilar. Más al sur, pasa a unos cincuenta metros de la aldea de El Pueyo de Morcat, situada cerca del nacimiento del río Vero. La localidad aragonesa más importante por la que pasa el meridiano es Berbegal, en el Somontano de Barbastro. Precisamente en su casco urbano, muy cerca de la plaza Europa, se ha colocado un monolito que señala el paso del meridiano, así como un cartel informativo.

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También pasa a unos metros del puente medieval que cruza el río Alcanadre, en las inmediaciones de Villanueva de Sigena.

Pero sin embargo el lugar más conocido de paso está en la autopista del Nordeste (AP-2) la cual une de las ciudades de Zaragoza y Barcelona. Varios letreros avisan al conductor el paso del meridiano de Greenwich, situado entre las localidades de Bujaraloz y Peñalba. El monumento está formado por arco de cuatro metros de anchura que cruza la autopista con la orientación adecuada a la línea imaginaria. Por la noche tiene además el atractivo de estar iluminado.

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En su avance hacia el sur se introduce en tierras zaragozanas. Entonces atraviesa el embalse de Mequinenza por el paraje conocido como la Herradura, debido a la forma del gran meandro inundado del río Ebro. Tras su breve periplo por la provincia de Zaragoza pasa a tierras turolenses. Entonces atraviesa la carretera nacional N-240, la cual parte del paraje de Las Ventas en la carretera de Alcañiz a Vinaroz, y toma dirección a Calaceite. En el km 757 hay una pequeña área de descanso. Un discreto poste vertical marca el paso del meridiano cero, y una línea atraviesa el asfalto de esta vía de servicio.

Y poco a poco va tomando dirección al Mediterráneo pasando por la última de las localidades aragonesas. A poco más de cien metros se quedan las casas más cercanas de Fórnoles del meridiano de Greenwich. Finalmente pasa a la provincia de Castellón, y abandona tierras aragonesas tras un recorrido de aproximadamente 220 kilómetros.

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Su periplo por el continente europeo termina al alcanzar las aguas del mar Mediterráneo en la localidad castellonense de Almassora. En este punto monumento marca su paso, a unos metros de la playa.