El castillo de Cosuenda, punto final a su última contienda

En una de mis aventuras hace años decidí acercarme a Cosuenda, un pueblo situado en el Campo de Cariñena. Tenía curiosidad de ver lo que quedaba de su castillo tras la polémica suscitada en los últimos años sobre su legítimo dueño. Esta fortaleza fue levantada ante las amenazas castellanas en el siglo XIV. Tras el paso de Pedro I de Castilla, se estricalla* el castillo y lo manda reconstruir el arzobispo de Zaragoza a finales del mismo siglo. El elemento más visible es la Torre de la Lisalta, que formaba parte de la antigua iglesia. La construcción que data probablemente del siglo XV, está situada en el costado más estratégico y es bien visible desde la población. Se alza en planta cuadrada de cinco metros de lado con mampostería reforzada en las aristas mediante ladrillo. El cuerpo alto es de ladrillo en estilo mudéjar con huecos de campanas. El recinto del castillo todavía puede adivinarse gracias a parte de la muralla de tapial y piedra situada en uno de sus costados, que resiste los embates de la erosión. Otro de los elementos de defensa son los restos de una torre rectangular. Se encuentra situada en la parte más elevada y apenas se conserva los muros en talud de su parte baja. El origen de esta torre pudiera ser una atalaya musulmana, que posteriormente fue reconvertida siendo lo más importante de la fortaleza.

*Estricallar: Destruir.

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Torre de la Lisalta. Cosuenda

El castillo, cuya historia se remonta siglos atrás, en época reciente estuvo asediado por dos frentes: el propietario particular y el ayuntamiento de Consuenda, con su alcalde Óscar Lorente a la cabeza. La Torre de la Lisalta, que era de titularidad eclesiástica, fue vendida a José Benedí Franco en el año 1968. A pesar del compromiso de ser restaurada, su situación de abandono obligó al ayuntamiento a requerir al propietario su cesión al consistorio o en caso contrario su restauración. Tras producirse disputas en la herencia familiar deciden venderla a otro particular, Alberto Luis Benedicto. El 16 de octubre de 2013 el nuevo propietario se puso en contacto con el ayuntamiento para informar que había adquirido el solar que incluye la torre y su entorno. Su intención era recuperar el castillo pero sus intenciones no fueron recogidas con agrado por el alcalde que se mostró contrario a que una persona de fuera de Zaragoza hubiese adquirido la torre. La compra fue llevada a cabo legítimamente a otro particular rechazando el Gobierno de Aragón su derecho de tanteo y retracto. El ayuntamiento de Cosuenda mostró su malestar a la Consejería de Educación y Cultura por no haberle comunicado la venta como parece lo más razonable. Desde la consejería, cuya responsable es Dolores Serrat, alegaron que la torre no presentaba estado de ruina y no era una actuación prioritaria. Con ello queda claro el nulo interés de nuestros responsables en patrimonio por este castillo. De esta manera el ayuntamiento había perdido la oportunidad histórica de la compra de la torre, uno de los iconos de la localidad.

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Torre de la Iglesia de los Ángeles y Torre de la Lisalta

Desde el primer día que se adquirió el Castillo de Cosuenda el nuevo propietario se puso manos a la obra. En menos de un año se realizó un exhaustivo plan director de restauración que aprobó provisionalmente la Comisión de Patrimonio. Los intensos trabajos incluían estudios históricos y constructivos. En este proyecto además se establecían fases de intervención arquitectónica y arqueológica que se pretendían iniciar de inmediato. El objetivo estaba muy definido: consolidar la torre, rehabilitarla y convertirla en sede de una asociación local de difusión del patrimonio local. Se llegó a solicitar una licencia municipal para limpiar y desbrozar el terreno, como trabajo previo para la primera fase de la consolidación de la torre y que también tenían la intención de descubrir los restos arqueológicos de la antigua iglesia. Mientras tanto el adversario en esta contienda ya había comenzado sus trabajos. Instó a la Consejería de Educación y Cultura a enmendar su error por no haber dado opción de compra al ayuntamiento mediando entre el nuevo propietario y el ayuntamiento. Ante la negativa de colaboración la consejera le invitó a la expropiación forzosa de la torre. De manera previa se puso en contacto con el propietario y le ofreció una cantidad similar a su compra, unos 8.000 euros. Ante su negativa le dio un plazo de cinco meses para presentar un plan de recuperación de la torre, y en caso contario comenzaría el expediente de expropiación forzosa por interés social. Finalmente el 9 de diciembre de 2014 comunicó al propietario que tenía quince días para presentar alegaciones al proceso de expropiación. Tras años de litigios en febrero de 2018 el ayuntamiento consiguió recuperar la propiedad del solar de 2.380 m2 donde se ubica el torreón, depositando unos 16.000 euros en la Caja General de Depósitos.

Tras el asedio de dos frentes en las últimas décadas el castillo de Cosuenda ya forma parte del patrimonio local. Superviviente a varias contiendas a lo largo de los siglos, una vez perdida su función militar, fue languideciendo por la rapiña de sus materiales y el constante desgaste por el tiempo debido a siglos de abandono. Durante el año 2020 se finalizaron las obras de reconstrucción del torreón de la Lisalta, el emblema de la localidad. Mediante dos fases se han llevado a cabo las actuaciones dentro del Plan de Restauración de Bienes Inmuebles de la Diputación Provincial de Zaragoza. Primero fue necesario la consolidación de la estructura. Y en la segunda fase se ha devuelto su aspecto original, reconstruyendo el cuerpo superior. En su parte central luce dos vanos por costado y la última planta una galería de arcos de ladrillo doblados que se culmina con un tejado a cuatro aguas. Todavía queda trabajo por delante la consolidación del único lienzo de muralla que cuenta con foraus* de gran tamaño. También es necesario restaurar los restos de la torre rectangular perteneciente a la fortaleza, ahora cubierta por un manto vegetal. Asímismo están previstas excavaciones arqueológicas para buscar los restos de la antigua iglesia, a la cual pertenece la torre recién restaurada. Un final feliz a medio siglo de disputa de la propiedad de este emblemático castillo que garantiza la conservación de sus restos y dignifica el patrimonio local de Consuenda.

*Forau: Agujero.

Muros antiguo castillo y Torre de la Lisalta

3ª Excursión Joréate por Aragón a Aliaga

Y llegaba la tercera excursión de Joréate, y este año nos tocaba recorrer tierras turolenses. La localidad elegida por el dragón Chorche fue Aliaga, un pueblo en declive económico por el cierre de las minas y de su central térmica. Después de haber superado ampliamente los dos mil habitantes ahora rondaba los trescientos habitantes. Pero en las últimas décadas el reconocimiento de su parque geológico y la potenciación de su entorno natural podía abrir una puerta a su futuro, mucho más respetuosa con el medio ambiente.

La quedada tenía lugar el sábado 20 de mayo en el Santuario de la Virgen de la Zarza, uno de los rincones más bonitos de la localidad. A la excursión se apuntaron 33 personas, en progresión ascendente año tras año. A medida que fueron llegando el almuerzo fue lo primero. El día era estupendo, soleado y fresco, pero poco a poco la temperatura templó el día. Tras la llegada de los más rezagados a mediodía comenzó la caminata, un sencillo paseo por el Sendero Fluvial del Guadalope.

En su primer tramo, y sin perder de vista las cristalinas aguas de este río, una cómoda senda estaba escoltada por los chopos cabeceros. Tras el cruce a la otra margen se pasaba junto a las últimas casas de la población. Poco a poco nos fuimos acercando al desfiladero de Aldehuela, donde el paisaje mostraba las formaciones rocosas más agrestes. Fueron necesarias las primeras pasarelas para sortear un pequeño resalte recoso. Más adelante el valle se estrechaba, en algunos tramos con paredes rocosas verticales. La vegetación de ribera cubría todo el fondo del valle junto al río. Nuevos tramos de palancas* metálicas, cuyo acondicionamiento ha sido llevado a cabo hace menos de un año, permitía descubrir este entorno natural andando.

*Palanca: Pasarela.

Y llegó el tramo más espectacular, donde la senda se elevaba sobre el cauce y atravesaba un tramo adosado a la roca. Un recorrido sinuoso y de gran belleza, no apto para los que tienen vértigo. De nuevo junto al cauce del río, la senda se adentraba en el valle donde abundaban los troncos secos de los árboles muertos, junto a los abundantes chopos que tapizaban el paisaje.

Más adelante la senda ascendía rápidamente hasta un pequeño collado. Desde la parte se abría un nuevo paisaje que sorprendió a todos. Ante nosotros el embalse de Aliaga, con aguas de color marrón salpicado de carrizal, y al fondo la enorme fábrica de la Central Térmica de Aliaga. Sólo restaba rodear el embalse, cruzar por debajo de la presa a través de un puente, y acercarse hasta el edificio.

Sus enormes dimensiones y su estado de abandono nos dejó enluzernaus a todos. A pesar del peligro de acceso fue inevitable echar un vistazo y tomar alguna foto, con precaución. Se trató de la primera y más moderna central térmica de España, y cesó su actividad en los años ochenta por los costes de producción y la mala calidad del carbón de la zona. Tras el desmantelamiento de sus elementos de mayor valor ahora quedaba su estructura en avanzado estado de ruina, pero en pie.

*Enluzernau: Perplejo.

El camino de vuelta fue mucho más rápido, en una hora, ya que había hambre. Junto al santuario había un merendero con abundantes mesas. Allí comimos con postres bien variados. Cerezas del Bajo Gállego traídas por Chorche, una torta buenísima de la panadería de Utrillas, palmeritas de Massiel e incluso una empanada de cabello de ángel de Rosi. Después hubo tiempo para todo. Tomar un café en el bar cercano del camping, echarse una siesta, tomar el sol, tocar el ukelele e incluso demostrar las habilidades con el diábolo.

A mitad de tarde decidimos dar un paseo por el pueblo. En primer lugar nos hicimos la tradicional foto de grupo ante la fachada del santuario. Después entramos y nos quedamos boquiabiertos ante la belleza de su interior. Bóvedas y columnas cubiertas con esgrafiados, dibujos de color azul sobre fondo blanco. Todo ello acompañado de preciosos retablos, grandes lienzos y el altar donde se entronizaba la virgen titular. Su magnífico estado se debía en gran parte al trabajo de restauración de Julián Cruz, que nos contó en vivo y en directo cómo había llevado a cabo estos trabajos durante años con gran maestría y perfección. Pero también nos contó la historia de la aparición de la virgen y de la construcción del santuario. Y la visita se completó con muchas hazañas de su azarosa vida, entre ellas trabajador de la central térmica.

A continuación dimos un paseo por el pueblo, atravesando el puente sobre el río Guadalope, en dirección a la iglesia parroquial. Más adelante entramos en la calle principal de la localidad, escoltada por los porches que embellecían este tramo de la travesía. Por cierto la treintena de participantes en la excursión ocupaba la calzada sin riesgo, como si fueran las fiestas del pueblo ante la ausencia de vehículos. El paseo se prolongó por las calles altas, hasta descender de nuevo, y volver hasta el santuario. Una magnífica tarde de verano a juzgar por la temperatura, en la que parecía estar nevando por las bolisas de algodón que portaban las semillas de los chopos que eran trasladadas por la suave brisa. Un espectáculo natural precioso, pero molesto para la mayoría.

En este momento comenzaron las despedidas. Era el final para la gente que había venido a pasar el día. Todos estaban contentos por la jornada de convivencia en la cual habían conocido a gente nueva y habían pasado un día estupendo descubriendo una localidad que no conocían. Y para los demás sólo quedaba trasladarse hasta el cercano barrio de Santa Bárbara, donde estaba situado el Albergue de Aliaga. Nos recibió Raquel, nos tomó nota y enseguida comenzó la distribución de las habitaciones. El antiguo edificio había tenido diversos usos entre ellos el de escuela. Tras su rehabilitación ahora era un albergue con unas instalaciones modernas y funcionales, pero llenas de pequeños detalles. Hasta la cena pudimos disfrutar de la tranquilidad y del frescor de la noche en la terraza mientras tomábamos una cerveza. Cenamos en el comedor, que hacía las veces de bar, con una comida muy bien elaborada por Pablo, el cocinero. Y tras la cena pudimos ver tres pequeños documentales en gran pantalla sobre lo pequeño que es nuestro planeta en comparación con el universo conocido. Media hora en la cual Raquel, una enamorada de las estrellas, nos contagió su entusiasmo y sus conocimientos. Y todo ello dentro de un proyecto que hacía singular a este establecimiento. Forma parte del movimiento Starlight, cuyo fin principal es la difusión de la astronomía. Precisamente las condiciones ambientales de esta zona, sin apenas contaminación lumínica, lo convierte en un lugar ideal para la observación de estrellas. Y para completar el proyecto estaban a la espera de un sofisticado aparato que permitirá el visionado de estrellas, con lo que dentro de poco cumplirán este sueño personal.

A la mañana siguiente no madrugamos mucho. Hasta las nueve no desayunamos. En una hora ya estábamos en marcha. En el Centro de Interpretación del Parque Geológico de Aliaga nos esperaba Julia para darnos una lección de sus conocimientos. A lo largo de muchos años ha sido una ferviente protectora del legado geológico y natural de Aliaga, gracias a su divulgación como informadora turística. Un audiovisual sirvió de introducción, y después nos contó todo lo necesario para entender la formación del actual paisaje que rodea a Alulgha, término musulmán que significa valle torcido, origen del nombre de Aliaga. Un complejo proceso de formación de millones de años, ahora estudiado por los geólogos y que atrae todos los años a muchos visitantes de todo el mundo debido a sus peculiaridades y su importancia internacional.

A continuación llegó el almuerzo mientras los niños jugaban en el parque. Un rato de asueto para dar paso al ascenso del castillo de Aliaga. Tras buscar el camino de ascenso por las quebradas calles de la localidad llegamos a la parte alta. Un sendero nos llevaba ya en menos de diez minutos a través de las laderas cubiertas por un tapiz vegetal de flores, propio de la primavera. En la parte alta unas pasarelas metálicas facilitaban el ascenso hasta el punto más alto, donde estaba ubicada la cruz, bien visible desde todo el pueblo. A sus pies se disponía el casco urbano, del cual despuntaba la torre de la iglesia. A su alrededor la huerta y la vega del río Guadalope. Y el resto del paisaje lo completaban las caprichosas formas rocosas que formaban el parque geológico, un espacio único de singular belleza.

El final de la mañana lo puso el mirador de Alto Camarillas. Hasta este punto elevado había que subir en coche, a unos dos kilómetros de distancia de la localidad. Desde este lugar se podía ver otra vista diferente del entorno de Aliaga. La torre de la iglesia se veía rodeada de un caos de rocas en todas las direcciones, resultado de los movimientos tectónicos y de la erosión a lo largo de doscientos millones de años.

Conoce más sobre esta zona de la mano del dragón Chorche

Aliaga, un paraíso de la geología

A la llegada al alberge nos reunimos en la sala de proyección para la resolución del segundo concurso fotográfico de Joréate. En la jornada de ayer todos los participantes tuvieron la oportunidad de hacer fotografías de manera libre. Buena parte de ellos nos enviaron dos de ellas, y entre todas íbamos a valorar cuáles serían las ganadoras. Este año pusimos dos categorías, una de adultos cuyo premio era un lote de productos ecológicos y de temporada del huerto de Chorche. Y para los niños habíamos preparado una mochila para acompañar en las rutas senderistas.

Tras más de media hora de visionado de fotos y votaciones llegaron llegaron los premiados:

Categoría Adultos

1º Premio (Raúl)

2º Premio (Eva)

3º Premio (Vanesa)

Accesit (Ruth)

Categoría Niños

1º Premio (Ruth)

2º Premio (Alodia)

3º Premio (Irene)

Y a las dos y media, nuestro cocinero Pablo, nos deleitó con dos paellas, una de marisco y una de pollo y verduras, a cual más buena. Con el café y la tertulia posterior fue poco a poco terminando un fin de semana para recordar, y que seguro se volvería a repetir, pero en otro rincón de Aragón. El dragón Chorche ponía un grano de arena más en su proyecto de Joréate por Aragón. Una excursión en la cual cabía destacar el buen ambiente de convivencia descubriendo uno de esos rincones con mucho encanto de nuestra tierra, pero que todavía tiene que conocer mucha más gente.

El castillo de Juslibol, llave de la reconquista de Zaragoza

En esta nueva aventura propongo descubrir un lugar con mucha historia que se encuentra abandonado a su suerte. ¿Qué os sugiere el nombre de Juslibol? Un galacho, un barrio de Zaragoza, un espacio natural, viviendas en cuevas, El Tinajo… Quizás algunos zaragozanos recuerdan aquellos domingos en los galachos, lugar de encuentro de muchas familias cuando todavía se podía entrar con el coche e incluso bañarse en las peligrosas lagunas producto de las antiguas graveras.

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Pero la mayor parte seguro que no sabe el origen del topónimo de Juslibol, y su importancia en la historia de Zaragoza. En el siglo XI los musulmanes levantaron un puesto defensivo al borde de los escarpes que delimitan el valle del río Ebro. Fue conocido con el nombre de Mezi Meeger y su objetivo era la defensa ante posibles ataques cristianos. Pedro I de Aragón, con el avance de la reconquista hacia el sur, toma este castillo. Entonces fue bautizado con el nombre de Deus lo vol (Dios lo quiere, la voluntad de Dios) frase utilizada como chilo* de guerra en las cruzadas. De aquí proviene el nombre de Juslibol. Este enclave era de gran importancia estratégica, debido a su emplazamiento elevado sobre un cerro en la margen izquierda del río Ebro, desde el cual se dominaba la vega y la ciudad de Saraqusta, la Zaragoza musulmana. Este punto distaba exactamente cinco kilómetros de su mezquita mayor, ubicada en el mismo lugar donde ahora se levanta la catedral de La Seo. Por ello se convirtió en una posición vital para su reconquista. Formaba parte además de la línea ofensiva cristiana de 25 kilómetros formada por enclaves situados al borde de los escarpes de yesos, en la margen izquierda del Ebro. Juslibol era el más cercano a Zaragoza, al cual se añadían las fortalezas del castillo de Miranda, el castillo de Alfocea, la torre de Candespina de Sobradiel, castillo del Castellar, castillo de Santa Inés y el castillo de Pola de Remolinos.

*Chilo: Grito.

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La toma de Zaragoza fue una auténtica cruzada como así lo manifiesta la celebración de un concilio en Toulouse donde se reunieron obispos de Aragón, Navarra y del sur de Francia para proclamar la guerra santa contra el enemigo musulmán. Alfonso I de Aragón se reunió con ellos para ponerse al frente del ejército cristiano. A él se añadieron caballeros franceses, aragoneses, sobrarbenses, ribagorzanos, navarros, vizcaínos y alaveses. En el verano de 1117 el rey Alfonso junto a sus compañeros de armas, los hermanos Gastón, vizconde de Bearn, y Céntulo de Bigorra, realizaron una inspección de las murallas de la ciudad en busca de los puntos débiles. El asedio a Saraqusta comenzó en mayo del 1118. Un mes después los cristianos tomaron el palacio de la Aljafería, lo cual supuso un duro golpe para los musulmanes. Abd Allah ibn Mazdali, gobernador de Granada, acudió en ayuda de los sitiados, pero éste murió al poco de entrar en la ciudad, lo cual les supuso un nuevo revés. Saraqusta no fue asaltada y el asedio provocó su rendición por hambre. Alfonso I el Batallador entró en la ciudad junto con sus tropas el 18 de diciembre de 1118 tomando posesión del palacio de la Zuda. La capitulación fue ventajosa para los rendidos, que pudieron conservar sus propiedades, su religión e incluso su estructura de gobierno. La toma supuso también la sumisión de amplios territorios, desde Magallón hasta Fuentes de Ebro y Alfajarín, y por el sur hasta el puerto de Paniza.

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En cuanto al castillo de Juslibol, tras la reconquista de Zaragoza, perdió poco a poco su valor estratégico y su uso militar. En 1134, el rey aragonés lo cede a los Garcés. En 1160 pasa a manos del obispado de Zaragoza. En el siglo XIII el castillo volvería a manos de la corona, hasta que en 1233 el rey de Aragón Jaime I el Conquistador lo vende al arzobispado de Zaragoza. Hoy en día pertenece a la Casa de Ganaderos. Apenas quedan restos de una de las torres, y es conocido popularmente como el Picote de San Martín.

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El castillo de Juslibol se ubicaba en una posición elevada, en su momento cubierta por densos bosques, a unos 70 metros de altura sobre la vega del Ebro. La fortaleza estaba formada por un recinto de pequeñas dimensiones de planta irregular, que no superaba los cincuenta metros de largo. Se emplazaba sobre un pequeño cerro delimitado al sur por paredes de gran desnivel, y al oeste por un barranco. Su defensa natural se reforzó con la construcción en época musulmana de varios fosos que rodeaban buena parte de su perímetro, ahora ya colmatados de sedimentos. El castillo estaba rodeado de una muralla con varios torreones. Se pueden apreciar algunos restos de paredones de tapial y piedra. El elemento más visible es parte de una posible torre situada al borde del barranco por el lado que mira a la vega del Ebro. Conserva uno de sus laterales en el cual todavía se puede apreciar una pequeña aspillera. Y también se conserva parte del aljibe del castillo.

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Uno de los hechos históricos más importantes de la ciudad de Zaragoza, la reconquista por parte de Alfonso I el Batallador, tiene como escenario importante el castillo de Juslibol, de donde partieron las tropas. Sin embargo su ubicación es apenas conocida. Incluso en la actualidad recibe otro nombre, el picote de San Martín. Desde Juslibol se aprecia su único resto, un muro que despunta sobre los escarpes cerca de la iglesia parroquial. Pero nada más. Allí yacen sus restos, que dentro de poco desaparecerán y con ello parte de la historia de la ciudad de Zaragoza. Es sorprendente el olvido y el abandono por parte del ayuntamiento de Zaragoza de este castillo, fundamental durante la reconquista y que tras su toma se convertiría en capital del reino de Aragón. Un simple cartel indicativo, un pequeño sendero de acceso, un cartel explicativo sería lo mínimo que habría que hacer para no dejar en el olvido este enclave. Pero también un estudio arqueológico del castillo y sus alrededores descubriría seguro muchos más detalles de esta importante etapa de la historia zaragozana. Sin duda alguna una buena fecha para el término de estas actuaciones sería el noveno centenario aniversario de la reconquista de Zaragoza, que se cumple el 18 de diciembre de 2018. Una ciudad con más de dos mil años de historia no puede xublidar* uno de sus restos arqueológicos más importantes, un pequeño castillo que supuso la llave de la reconquista de la ciudad de Zaragoza.

*Xublidar: Olvidar.