Jornada de convivencia en Susín en recuerdo de Angelines Villacampa

El pasado 30 de mayo tuvo lugar la primera excursión de Joréate por Aragón. El objetivo era romper con la barrera digital, poder conocernos y de paso jorearnos por un bonito rincón aragonés. Después de la quedada en el pueblo cercano de Oliván, nos aproximamos con vehículo hasta el barranco por una pista. Dejamos los coches antes de llegar al puente, y tomamos poco más adelante la preciosa senda que ascendía al pueblo.       sendero_excursionsusin

Atravesando un frondoso bosque y en ligero ascenso llegamos al pueblo de Susín. Una pequeña pero encantadora aldea compuesta por dos viviendas, Casa Mallau y Casa Ramón. Entre ellas discurría una calle empedrada de camino a la iglesia de Santa Eulalia. La arquitectura tradicional se mantiene intacta gracias al esfuerzo de sus propietarios, que no residen de manera habitual. Sin embargo los fines de semana el pueblo se llena de vida gracias a la Asociación Mallau Amigos de Susín. Su nombre lo deja claro, amigos, ya que el ambiente que se respira en el pueblo es magnífico. Nos recibieron con las manos abiertas, y pronto formamos parte de ese grupo humano que trabaja para la recuperación de este enclave pirenaico en recuerdo a Angelines Villacampa, que nos dejó hace un par de años. Y digo nos dejó ya que tuvimos la suerte de poderla conocer hace más de diez años, y quedar prendados de su generosidad y de su fuerza para mantener vivo Susín.

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Ascape* nos pusimos manos a la obra, y nos dividimos en dos collas*. Unos se añadieron al tajo de reconstrucción de uno de los muros de piedra seca que acompañan a caminos y senderos, en concreto a la entrada de la localidad. A primera hora de la mañana habían desmontado el muro y ahora quedaba la faena de levantarlo, colocando y encajando las piedras que estaban en medio del camino.

*Ascape: Rápidamente.

*Colla: Grupo.

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El otro grupo de trabajo se dedicó a limpiar de piedras el camino de la ermita de Nuestra Señora de las Eras, cuyos muros ya se habían levantado en jornadas de trabajo anteriores. De esta manera se realizaba también el mantenimiento, tarea imprescindible para afianzar los trabajos ya ejecutados.

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Pero en el pueblo había mucha más gente trabajando, más de cuarenta personas en total, además de la gente de Joréate por Aragón estaban los del Club de Montaña de Alfamén China Chana. Unos desbrozaban hierba, otros limpiaban la calle empedrada, otros regaban las plantas y otros realizaban reparaciones en el tejado de la casa. Cada uno colaboraba en la medida de sus posibilidades, todos con el mismo objetivo, que Susín se encamine hacia su total recuperación, anhelo de nuestra querida Angelines.

Llegó la hora de comer, pero antes Oscar, hijo de Angelines, realizó una visita para todos aquellos que no conocían el lugar. Pudimos conocer todos los rincones de una casa tradicional pirenaica, ya que Casa Mallau se conservaba intacta toda su esencia. El rincón más sorprendente era la cadiera, de la cual ascendía la chaminera, elemento indispensable en cualquier casa de este tipo, pero también destacaba el suelo empedrado del patio y las numerosas estancias de la vivienda.

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Después fuimos hasta la iglesia, ejemplo de arquitectura románica lombarda, y catalogada como de arte serrablés por sus peculiaridades como son la bella ventada ajimezada. En su interior pudimos comprobar la evolución de la fábrica románica, en la que sólo se conservaba la cabecera. Y al exterior sobre el ábside fue levantada posteriormente la torre.

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Era la hora de comer y nos juntamos todos en el centro del pueblo, en lo que antaño fuera el huerto de la casa. Un encantador rincón a la sombra de nogueras donde se estaba fresco, el mejor lugar para evitar el calor de este día de verano. Cada uno había traído su comida, que se fue compartiendo entre todos. Entre los postres que pudimos saborear recordaremos esas gradismas cerezas de Alfamén, chocolate, café, etc. Un ambiente perfecto. No faltó ni la siesta, para la cual nos facilitaron algunas mantas.

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Tras la sobremesa, dimos un paseo hasta la ermita de Nuestra Señora de las  Eras. Todavía estaba en pie gracias a los puntales que sustentaban la cubierta. Esperemos que pronto llegue alguna ayuda institucional para recuperar esta sencilla pero bonita ermita. Y por la tarde continuamos con la faena. Al final de la tarde ya estaba terminado el muro de piedra seca, relleno en su parte interior, y limpio el camino donde ayer se agolpaban las piedras que lo componían. Quizás no tuviéramos la maestría de los antiguos moradores de Susín, pero había quedado bastante bien, y esperemos que sea una obra duradera. Y el camino de la ermita ahora estaba limpio de piedras.

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Sin duda alguna la jornada de trabajo había permitido poner un granito de arena para que Susín mejore, y para mantenerlo vivo. Pero además todos habíamos disfrutado de una jornada de convivencia estupenda, un día magnífico en el que habíamos trabajado, pero del cual nos llevábamos el recuerdo de la gente con la que habíamos compartido unas cuantas horas, suficientes para conocer nuevos amigos, y que servirán de precedente para nuevas visitas, seguro que sí.

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En recuerdo de Angelines Villacampa.

La Camarera, una acequia con siglos de historia

La acequia de Camarera discurre por el mismo trazado desde hace más de siete siglos, y durante las últimas décadas va acompañando también mi vida. Ya de niño recuerdo los inolvidables veranos en los cuales disfrutaba del baño en el azud de donde parten sus aguas, e incluso en la misma acequia. ¡ Qué buenos recuerdos guardo de esos días de campo que allí pasé con mi familia !  A lo largo de mi vida, y sin saberlo, habré comido cientos de hortalizas y frutas de campos regados por esta acequia. Y desde hace poco vuelvo a disfrutar de sus aguas, en una torre* que he comprado recientemente. Cada vez que abro la tajadera disfruto del dulce corretear de sus aguas. Y gracias a su efecto milagroso veo cómo crecen hortalizas, y cómo los árboles se llenan de frutas. Mi vida discurre en paralelo a esta acequia, y así espero que lo siga haciendo.

*Torre: Casa de campo.
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El sistema de riegos del bajo Gállego, en las cercanías de la ciudad de Zaragoza, está formado por varias acequias las cuales toman aguas del río en diferentes puntos. Se trata de las acequias de Candevanía y Camarera que parten del azud situado cerca del pueblo de Ontinar del Salz; la acequia del Rabal del azud enclavado entre San Mateo de Gállego y Villanueva de Gállego; y finalmente la acequia del Urdán que recibe las aguas del azud ubicado junto a la Cartuja de Aula Dei. La margen derecha es regada por las acequias de Candevanía y Rabal, y la margen izquierda por las acequias de Camarera y Urdán.

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El Establecimiento de Camarera fue fundado en el año 1.263 por el rey Jaime I el Conquistador a petición de un camarero de su corte, y como reconocimiento a su buen trabajo. Para ello fue necesario construir un azud en el río Gállego, el cual derivó aguas para el riego de las huertas de San Mateo de Gállego, por cuyo casco urbano se hizo pasar la acequia. Posteriormente se agregaron otros municipios como Zuera y Peñaflor, momento en que se constituyó la Junta de la Acequia. En 1406, se adhiere al uso y disfrute con pleno derecho Villamayor y los Herederos del Término de Mamblas. Hasta entonces los regantes de esta zona sólo disfrutaban de las aguas sobrantes. Esta estructura se mantendrá hasta 1.787 cuando el Capítulo general de Mamblas solicita del rey Carlos IV el nombramiento de un Juez Protector que asuma la construcción de un nuevo azud y la dirección de la acequia. Las obras del nuevo azud fueron terminadas en 1.790, con una anchura inicial de 320 metros. En el año 1.831 se redactaron unas nuevas ordenanzas para el gobierno y dirección del Establecimiento de Camarera que fueron aprobadas en 1.831, las cuales siguen vigentes a día de hoy con algunas modificaciones.

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La acequia de Camarera, que también recibe el nombre de Candeclaus, nace el azud situado a poco más de un kilómetro de Ontinar del Salz, al norte de Zuera. Se benefician de sus aguas los municipios de Zuera, San Mateo de Gállego, Villamayor de Gállego y Zaragoza en sus vicos* de Peñaflor, Santa Isabel y Montañana. La concesión para derivar aguas es de 4.550 litros al segundo para un total de 4.736 hectáreas. De ellas unas cuatrocientas en Zuera, otras cuatrocientas en San Mateo de Gállego, más de ochocientas en Peñaflor, casi mil seiscientas en Villamayor de Gállego y mil doscientas en Mamblas (Santa Isabel y Montañana). Este caudal supone una concesión unitaria de casi un litro al segundo por hectárea durante las veinticuatro horas del día. Se trata de un volumen adecuado a las necesidades aunque, siendo el río Gállego un curso de estiajes estivales profundos, el respeto de los turnos de riego o adores es exigido con mayor rigurosidad en verano, para evitar que los últimos regantes se queden sin agua.

*Vico: Barrio.
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El trazado de la acequia principal de Camarera tiene un recorrido de unos 26 kilómetros. Atraviesa el casco urbano de San Mateo de Gállego, siendo uno de los elementos más característicos de este municipio. Cerca de la Cartuja de Aula Dei la acequia se divide en varias acequias menores que distribuyen el agua en el término de Mamblas y Villamayor, la zona más extensa de riego. La acequia Madre de Mamblas atraviesa el casco urbano de Montañana, mientras que con la acequia de Villamayor y de Mamblas se reparten las aguas en dirección a Villamayor de Gállego. Sus aguas se diluyen en las huertas que forman el paisaje verde que queda delimitado por la carretera de Barcelona y el polígono de Malpica.

CUENCA CAMARERA

Irradiando esperanza y felicidad desde Artaso

Hace unos días disfruté de una estancia muy agradable en un pequeño pueblo que quedó deshabitado hace años, y al que afortunadamente ha vuelto la vida. Se trata de Artaso y se accede por una pista en bastante buen estado que parte entre Caldearenas y Javierrelatre, en las inmediaciones del puerto de Monrepós. A pesar de que ya aparece documentado en el año 1066 su historia reciente ha sido bastante desafortunada. Después de albergar diez viviendas, en los años cincuenta fue comprado por Patrimonio Forestal del Estado para repoblar la zona con pinos. Poco después quedó despoblado. En los años ochenta llegaron nuevos pobladores, pero tuvieron que marchar por las presiones de los forestales, que según parece incluso destruyeron las casas que todavía estaban en pie. Desde hace cuatro años son varios los nuevos pobladores. Gente diferente, pero que da vida al lugar. Gente que ocupa una propiedad del Estado, el causante de su despoblamiento y que ha permitido la ruina debido a su dejadez. Gente que no obtiene beneficio alguno por vivir allí, a excepción del aprovechamiento de unas ruinas como vivienda, un derecho que nos otorga nuestra Constitución. Una situación irregular que afortunadamente no les impide seguir viviendo en el lugar por la permisividad de la administración, ignorando lo que en esta aldea ocurre, como lo llevan haciendo desde que la compraron hace seis décadas.

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Para los amantes de nuestra tierra es esperanzador ver rebiscolar* un pueblo que quedó deshabitado. La vida humana vuelve, y con ella la recuperación de un núcleo, si bien es cierto con otra manera de vivir, pero muy respetable. Poco a poco las calles se van desbrozando, las casas dejan de ver caer sus piedras y se van recuperando, y los campos vuelven a cultivarse. Y el humo vuelve a salir de sus chimeneas. Y sólo por ello merece la pena que varias personas se aventuren a ocupar un pueblo que no es de su propiedad, pero que están recuperando sin pedir nada a cambio. Lo único que piden es que les dejen vivir allí, sin que su trabajo sea reconocido, pero también sin que les quieran cobrar por vivir allí. Algo que parece razonable si se valora el beneficio que están llevando a cabo en el patrimonio. Lo que realmente deberían hacer nuestras administraciones es preocuparse por el desarrollo rural en núcleos sin futuro aparente como éste, camino de la ruina. Y fomentar su poblamiento con gente que quiere voluntariamente vivir en ellos. Ejemplos similares ocurren en ayuntamientos que ofrecen vivienda gratuita y sin gastos a nuevos pobladores para mantener abiertas sus escuelas. ¿Por qué no hacer lo mismo con gente que se dedica a recuperar la vida y el patrimonio de pueblos en ruinas? Sin embargo los recelos por los ayuntamientos a los que pertenecen, quizás por motivos electorales, se convierten en hostiles con el único objetivo de erradicar una nueva luz de esperanza en pueblos ya casi desahuciados.

*Rebiscolar: Resurgir.

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Al llegar al pueblo en aquella fría mañana de invierno enseguida recibí el calor de sus nuevos habitantes. En total había cinco personas, pero de manera esporádica residía alguno más, sobre todo en verano. En esta nueva etapa llevaban cuatro años residiendo allí, y enseguida pude comprobar las mejoras. Estuvimos hablando en la plaza del lugar. Un espacio empedrado, donde se alza un pozo de agua, las antiguas escuelas y muy cerca la iglesia, que todavía conserva los muros y la torre en pie. Tras la charradeta me enseñaron todo su trabajo a lo largo de este tiempo. En una pequeña casa cercana habían acondicionado dos habitaciones, en dos plantas diferentes, respetando al exterior la arquitectura tradicional y haciendo habitable su interior de una manera sencilla y acogedora. También habían construido una yurta, una cabaña circular recubierta de telas, que a pesar de su aspecto exterior, en su interior ofrecía un cálido aspecto con suelo de madera, una cama y mobiliario adaptado al espacio. Estaban construyendo una segunda.

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Volvimos al centro de la plazoleta y pude comprobar el interior del edificio principal. Lo que antaño fue la escuela y la vivienda del maestro, ahora era el único edificio habitado del pueblo. En su planta baja tenían una amplia sala que hacía las veces de cocina, comedor y salón. Y en la parte alta dos salas, la biblioteca y un dormitorio comunal. Todo ello acondicionado en un edificio pendiente de mejoras, pero muy acogedor y que permitía a sus ocupantes una vida digna. En cuanto a los servicios elementales no carecían de ninguno de ellos. Tenían agua gracias a una acometida que habían realizado desde un barranco cercano, electricidad generada por placas solares y un pequeño aerogenerador e incluso internet. Y sus habitantes se adaptaban a las limitaciones propias de un lugar deshabitado durante décadas y cuyos servicios habían ido creando ellos sin ayuda alguna y con apenas recursos. Todo un ejemplo de adaptación al medio. En el pueblo contaban también con un pequeño furno* donde hacían el pan, un taller para guardar las herramientas que utilizaban para todo su trabajo, un pequeño invernadero para los planteros y varios huertos donde cultivaban todo lo que les podía ofrecer la tierra.

*Furno: Horno.

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Y las ganas de vivir allí quedaban de manifiesto por los proyectos que tenían en marcha. Un baño comunitario dotado de ducha, uno de las pocas cosas elementales de las que carecían (ya que sólo contaban con un pequeño retrete en medio del bosque), la mejora del edificio de la escuela o la recuperación de la casa más importante del pueblo, ahora en ruinas. Espero que la próxima vez que me pase por allí para visitar a mis amigos hayan avanzado en estos proyectos y que la vida siga irradiando la felicidad que me contagiaron sus habitantes en mi estancia en Artaso. Y también espero que la administración valore la importancia de su trabajo y de la presencia en este núcleo y en otros muchos de Aragón como una verdadera apuesta de futuro para el medio rural.