La Acequia de la Almozara, del río Jalón a Zaragoza

La Acequia de la Almozara, del río Jalón a Zaragoza

El Capítulo General de Herederos del Término de la Almozara surgió con la toma cristiana de la ciudad de Zaragoza. A lo largo de su historia los regantes de la Acequia de la Almozara han sido capaces de mantener la infraestructura salvando el paso de innumerables y graves inconvenientes como tamborinadas*, guerras y penurias económicas. Gracias al esfuerzo de todos ellos la acequia sigue regando estas tierras de la margen derecha del río Ebro entre la ribera baja del río Jalón y Zaragoza.

*Tamborinada: Inundación, riada.

Emblema tradicional del Capítulo General de Herederos del Término de la Almozara.

Origen del abastecimiento de agua a Zaragoza

El valle del Ebro, a pesar de ser vertebrado por el río más caudaloso de la Península Ibérica, tiene un clima con un índice de precipitaciones muy bajo. Ello obligó a sus habitantes a la búsqueda de soluciones para implantar el regadío como motor de desarrollo. A pesar de no contar con documentos de la época celtibérica, se presupone que esta cultura ya se apoyó en esta práctica. Con la llegada de los romanos el regadío se desarrolló de manera notable gracias a su potente ingeniería hidráulica. A ello se añade el derecho romano que creó reglamentos que favorecieron la organización y el reparto de las aguas mediante turnos (tandas). El primer documento que hace referencia al regadío en la zona del Bajo Jalón es la “Tabula Contrebienses”, más conocida como “segundo bronce de Botorrita”. Está fechado el 15 de mayo del año 87 a.C. En él se relata el conflicto entre los habitantes de Salduye (actual Zaragoza), los cuales pretendían comprar los terrenos para hacer una acequia, y los habitantes de Alavona (actual Alagón). El gobernador romano Cayo Valerio Flaco sentenció a favor de los salduienses dando el visto bueno a la construcción del canal. A pesar de las investigaciones no se puede constatar con seguridad que se trate del germen de la actual Acequia de la Almozara. Ello se debe a la existencia de otras acequias históricas que todavía perviven en la actualidad que tomaban las aguas del Bajo Jalón. Se trata de la acequia de Madriz y la acequia de Centén. Debido a la falta de datos concretos se desconoce en la época romana qué acequia es la que dio origen al conflicto documentado en el bronce de Botorrita. La documentación del trazado de todas estas acequias es posterior a la llegada de los cristianos. Durante siglos la ubicación de los azudes en el río Jalón y el trazado de las mismas fueron variando. Incluso en su discurrir hacia Zaragoza se unieron o intercambiaron algún tramo. De lo que no cabe duda es que, independientemente de cual fuera aquella acequia, el objetivo de su construcción era abastecer de agua a la ciudad celtibérica y dotar de riego a las tierras a su paso. En el trayecto también se recogía el agua de manantiales en La Joyosa y Marlofa. En el año 15 a.C. el emperador Caesar Augusto, en su plan de reorganización de Hispania, concede autorizar su nombre a una nueva colonia romana. Su ubicación se apoya en la ciudad celtíbera de Salduie, la cual era aliada, y una de la principales urbes del valle del Ebro. El abastecimiento de agua de la ciudad sería uno de los condicionantes necesarios para la nueva urbe, imprescindible para los baños públicos, las viviendas y los campos del entorno.

La acequia tomaba sus aguas del río Jalón, a través de un azud. Este lugar debía ser protegido y junto a él se construyó un edificio donde residían las personas encargadas de las labores de protección y mantenimiento. A lo largo de su trazado se produjo la colonización favoreciendo nuevos asentamientos donde residían los nuevos agricultores. Tras el paso de los romanos y hasta la llegada de los cristianos desaparecen las citas documentales de la acequia. La Acequia de la Almozara toma su actual nombre de un topónimo de origen musulmán. Entre las múltiples interpretaciones la acepción más apoyada es la “al-musara” o “zona de recreo”, en referencia a un espacio de ocio o hipódromo situado en las inmediaciones del palacio de la Aljafería. También la acepción del “campo de cereales” en referencia a la extensión que cubría la zona regable tiene bastante significado. La toma del control del regadío por parte de los musulmanes durante varios siglos dejó huella en el vocabulario: azud, acequia, alfarda, adula… y también con la consolidación de las infraestructuras y organización del riego.

Historia documentada de la Acequia de la Almozara

La toma de Zaragoza por Alfonso I El Batallador tuvo lugar en 1118. Un año después sus habitantes ya contaban con los Fueros de Zaragoza. Se produjo el reparto de las tierras entre los nuevos habitantes, primando aquellos que habían apoyado la campaña militar. Y se organizan los regadíos garantizando los ingresos para el mantenimiento de las acequias, entre ellas la “cequia antiqua Cesaraugustae” como aparece documentada. Tras los avances en los siglos XII y XIII, el siglo XIV supuso una etapa de crisis económica. La peste negra, el hambre y las inundaciones de 1348 provocaron durante décadas, dieron lugar a duras disputas por el agua del río Jalón. Los habitantes de Zaragoza estaban en una complicada situación ya que tomaban el agua del río Jalón en su tramo final, eran los coderos*. Entre todos los regantes la lucha por el agua era cruenta, motivada por su necesidad ante la situación de hambruna. El Término de la Almozara buscó una solución solicitando y construyendo un azud en el río Ebro en el año 1322, el cual fue arrasado por una avenida cinco años después. Una de las riadas más grandes que se conocen, en 1380, inundó una gran cantidad de campos y destrozó buena parte de las acequias. A partir de esa fecha se desestimó la idea de tomar aguas del Ebro para la acequia de la Almozara. El litigio por las aguas del Jalón continuaba y en 1443 se dictó una sentencia por la cual se fijó el caudal que recibiría a partir de entonces la acequia del río Jalón.

*Coderos: Últimos (en el riego).

Los siglos XV y XVI fueron de crecimiento económico y demográfico lo que posibilitaron las mejoras en las infraestructuras hidráulicas y agrarias. Fue el momento de retomar la empresa de tomar agua del río Ebro. El primer proyecto fue el de la Acequia Imperial, tras la concesión del rey Fernando el Católico de la toma de aguas del río Ebro. En el año 1512 el rey Carlos I le dio el impulso definitivo y se definió su trazado, con un azud a la altura de la población navarra de Fontellas, limítrofe con Aragón. Su desarrollo amplió de manera notable los campos de regadío hasta llegar al río Jalón. En este punto se proyectó un sifón para continuar su trazado hasta Zaragoza, pero se duda si dio servicio más allá. Si que aportó caudales al río Jalón y por consiguiente a la Acequia de la Almozara, que tomaba sus aguas río abajo. Los elevados costes de mantenimiento hicieron deteriorar la obra en el siglo XVII y en el año 1722 se rompió el azud en el Ebro dejando de dar servicio.

El siglo XVII fue una etapa de estancamiento económico. Se realizó la compilación y actualización de las ordenanzas que afectan al sistema de gobierno. Y se mantuvo el conflicto con los demás regantes del río Jalón. También tuvo lugar una de las históricas riadas, en el año 1643. El arranque del siglo XVIII estuvo marcado por la guerra de Sucesión. Tras ella se produjo una rápida recuperación. En paralelo la población aragonesa pasó de 300.000 habitantes a principios de siglo a 650.000 en el año 1800. En esta coyuntura, y tras el fracaso de la Acequia Imperial, fue presentado al rey Carlos III un nuevo proyecto para su transformación en un canal navegable que llegara hasta Quinto. En el año 1766 el Conde de Aranda fue nombrado presidente de Castilla, y seis años después nombró a Ramón de Pignatelli como protector de la obra. Él fue el encargado del impulso definitivo al Canal Imperial de Aragón. La nueva empresa tenía una gran envergadura. Fue necesaria la construcción de una nueva presa en el río Ebro, cerca de la anterior, y se incorporó el Canal de Tauste al proyecto. En 1782 se terminó el acueducto sobre el río Jalón, que sustituía al sifón proyectado en el proyecto anterior. En cuanto a la acequia de la Almozara, las aguas del canal imperial mejoraron de manera notable los problemas ocasionados por las frecuentes sequías del río Jalón. Ello fue debido gracias al aporte de aguas del Ebro al Jalón a través del canal imperial. 

El siglo XIX acusó el endeudamiento provocado por las grandes inversiones hidráulicas, no sólo el Canal Imperial de Aragón, sino también las llevadas a cabo en la Acequia de la Almozara. Zaragoza fue azotada por la invasión francesa y la Guerra de la Independencia. Ello provocó una crisis económica y demográfica sin precedentes. Tras la guerra fue necesaria la reconstrucción de la Casa del Azud y del Molino de Utebo. Este último edificio, que fue construido a finales del siglo XVII, aportaba gran cantidad de ingresos en concepto de arrendamientos. También fue necesaria la reconstrucción de la acequia. Sin embargo la recuperación posterior fue rápida e impulsada por la reforma liberal. La desamortización de Mendizábal provocó una reforma agraria que permitió la compra de numerosas tierras repartiendo las propiedades entre muchas familias modestas. La llegada del ferrocarril amplió las cuotas de mercado fuera del entorno del valle del Ebro. El Término de la Almozara se especializó en la producción de cereales, hortalizas y legumbres, dejando el viñedo que había sido introducido tras la llegada de los cristianos a estas tierras.

El siglo XX comenzó marcado por las políticas hidráulicas con dos planes hídricos y la creación posterior de la Confederación Hidrográfica del Ebro en 1926. El paso de la Guerra Civil dio lugar a una etapa de recuperación que provocó el mayor crecimiento demográfico de la ciudad de Zaragoza. Ello conllevó asimismo la expansión de su espacio urbanizado, con la creación de un importante polo industrial en torno a la actual carretera de Logroño, a su vez, en torno al trazado de la acequia de la Almozara.

El Término de la Almozara en la actualidad

En la actualidad el Término de la Almozara agrupa a los propietarios de las tierras que forman el “Capítulo General de Herederos”. Se trata de 845 personas que se denominan históricamente “Herederos”. De ellos sólo 485 propietarios poseen más de un cahíz de tierra, equivalente a 3.814 m2. El resto tiene una propiedad menor a esta superficie. Como contrapunto la propiedad con mayor superficie cuenta con unas 31 hectáreas. La realidad a día de hoy es que sólo hay en activo 14 agricultores de tierras arables. En el término se cultiva principalmente alfalfa, trigo y maíz. En menor medida otros cereales, olivos, frutales, huertos y viveros de plantas ornamentales.

Mapa del Término de la Almozara

El sistema general de riegos es “a manta” y “por gravedad”. La acequia toma sus aguas del azud ubicado en el río Jalón. Su trazado recorre los municipios de Villarrapa, La Joyosa, Sobradiel, Casetas, Utebo y Monzalbarba. Hasta llegar a éste último no comienza la superficie regable, unas 1.200 hectáreas en total.  Las tierras están delimitadas al norte por el río Ebro, al sur por la carretera de Logroño, al este por la ciudad de Zaragoza y al oeste por el municipio de Utebo. La acequia Mayor tiene un trazado de 23 kilómetros, la cual está revestida de hormigón en casi todo su trazado. De ella parten acequias menores revestidas en parte. Ordenadas de mayor a menor longitud, entre cinco y un kilómetro, son las siguientes: El Soto, Mesones, Plana Baja, Ojo del Salz, Escorredero de Ochoa, Plana Alta, Quinto, Marconchel Bajo, Ferreruela, Brazal de Adentro, Escorredero de Barranas, Marconchel Alto y Ojo del Caño. El Término de la Almozara tiene las siguientes concesiones de agua: 780 l/seg del Canal Imperial de Aragón (que se toman a través del río Jalón), 232 l/seg del río Jalón (variable y que no se puede usar en época estival) y 65 l/seg de Mejana de Santa Catalina. A ello se suman concesiones por elevación: 235 l/seg del río Ebro y 300 l/seg. de pozos, las cuales no se suelen utilizar por su falta de rentabilidad. Diversos manantiales aportan también sus aguas sobrantes para el riego de unas 300 hectáreas.

Plano de la Acequia de la Almozara

Un recorrido visual por la acequia

Antes de recorrer el trazado actual de la Acequia de la Almozara hay que concretar que éste es el resultado de diferentes itinerarios cuyo objetivo fue llevar agua desde el río Jalón hasta la ciudad de Zaragoza. La ubicación del azud a través del cual toma sus aguas en el río ha cambiado en varias ocasiones a lo largo de la historia, lo que implica que su recorrido ha variado en el tiempo. A ello se une que comparte espacio físico con las acequias de Madriz y Centén, cuya historia documentada también se remonta a la llegada de los cristianos. A partir de entonces incluso han tenido algún tramo en común y se ha trasvasado agua de unas a otras según diferentes acuerdos entre las comunidades de regantes.

El azud sobre el río Jalón se considera el arranque de la acequia de la Almozara. Sin embargo hay que detallar que las aguas de las que se alimenta provienen del río propiamente dicho y del Canal Imperial de Aragón (tomadas a su vez del río Ebro) que las vierte cuatro kilómetros río arriba, en el acueducto del Jalón más conocido como Murallas de Grisén. El Azud está ubicado bajo la antigua carretera de Logroño, en las proximidades de la localidad de Alagón. La calzada supera el río a través de puente de cuatro arcos, dos rebajados correspondientes a los extremos y dos de arco de medio punto en la parte central. El basamento es de piedra sillar y el resto de la fábrica, así como los arcos, es de ladrillo. En paralelo se construyó un puente más moderno hace unas décadas al desdoblar la carretera y pasar a formar parte de la autovía del Ebro, más conocida como A-68.

Puente de la antigua carretera de Logroño sobre el río Jalón a la altura del azud de donde parte la Acequia de la Almozara
Puente sobre el río Jalón
Azud del Jalón de donde toma las aguas la Acequia de la Almozara
Azud del Jalón

El azud cuenta con una longitud de coronación de unos 170 en disposición oblicua respecto al cauce. Ello permite encauzar las aguas hacia el arranque de la acequia en la margen derecha. En el final del azud una alcantarilla permite desaguar si fuera necesario el tramo de agua embalsada y verterla al río nuevamente. Este puede considerarse el kilómetro cero de la acequia.

Azud del Jalón de donde toma las aguas la Acequia de la Almozara

Unos cien metros después está la Casa de las Compuertas. Este es uno de los puntos más importantes del trazado ya que permite la interrupción del caudal, que se realiza todos los años para la limpieza y mantenimiento de todo el conjunto de acequias.

Casa de Compuertas
Casa de Compuertas

Vista desde el interior de la Casa de las Compuertas con la Casa del Azud al fondo

En las inmediaciones está la Casa del Azud. Es un edificio que se asemeja al de un palacio aragonés, pero adaptado a su función defensiva y de conservación de la infraestructura hidráulica. Se levanta en planta rectangular mediante ladrillo, con tres alturas. En su parte trasera en el siglo XIX se adosó una construcción auxiliar. El acceso cuenta con una sencilla puerta situada en un lateral de la fachada principal. La planta noble cuenta con balcón y tres ventanas, y se corona con una galería de vanos adintelados.

Casa del Azud
Casa del Azud
Última planta del interior de la Casa del Azud
Última planta. Interior Casa del Azud
Vista desde una de las ventanas de la Casa del Azud

El azutero era una figura vital en el funcionamiento de la obra hidráulica. Era nombrado por la junta de gobierno del término. Desempeñaba su función de manera vitalicia, hasta que su salud se lo permitía. En la Casa del Azud se guardaban materiales necesarios para la reparación del azud, las acequias y demás instalaciones del término. Además de la vivienda el edificio servía de sede a las reuniones periódicas, en la llamada Sala Capitular ubicada en la planta noble. Y era el lugar de descanso de los oficiales encargados del mantenimiento de la acequia. El azutero y su familia tenían a su disposición 15 cahizadas (entre 5 y 6 hectáreas de tierra) en las inmediaciones para su subsistencia. Sus funciones eran la vigilancia del azud, así como la apertura y cierre de puertas almenara y tajaderas para garantizar el caudal adecuado. Con su vigilancia debía prever y avisar de los desperfectos causados en su ámbito de actuación. Tenía obligación de residir de manera permanente en la Casa del Azud. El último azutero que vivió en el edificio fue José Guillén. En 1988 se encontraba enfermo y abandonó su vivienda habitual dejándola vacía. Desde los años sesenta fueron numerosas las reformas en este edificio que dejaban claro las malas condiciones de habitabilidad. Otros condicionantes, como la facilidad de movimiento con la generalización de los vehículos a motor y estar ubicada en un lugar aislado, terminaron de decantar su abandono. A partir de entonces la junta de gobierno del término se debatió durante años entre su venta, arrendamiento o restauración. Finalmente, atendiendo a la importancia histórica para esta sociedad, se decide su restauración a partir del año 2010. Las obras rehabilitaron por completo el edificio. En su interior se han acondicionado espacios polivalentes para ser utilizados como oficinas, salones de reuniones o salas de exposiciones. En paralelo se ha creado la Fundación Término de Almozara para dotar a las instalaciones de una actividad cultural.

Desde este punto la acequia comienza un trazado en el cual no cuenta con derivaciones hasta la zona de Monzalbarba donde comienza la zona regable. Es curioso resaltar que a pesar de la lejanía de ciudad de Zaragoza, 22 kilómetros entre el azud y la plaza del Pilar, la superficie por la que discurre la acequia desde el azud hasta la gran urbe estuvo incluida en su término municipal. Ello parece estar vinculado a la necesidad de salvaguardar este trasvase de aguas necesario para abastecer a la ciudad.

Mapa del Término Municipal de Zaragoza con detalle de la zona por donde discurre la Acequia de la Almozara

El primer núcleo urbano por el cual pasa la acequia es Villarrapa, a unos tres kilómetros de distancia. Discurre por la parte baja del núcleo, a escasa distancia del eje principal que articula este pequeño barrio zaragozano, uno de los más alejados de la capital.

Acequia de la Almozara antes de alcanzar el casco urbano de Villarrapa
Acequia de la Almozara cerca de Villarrapa

A los cuatro kilómetros y medio pasa junto al acceso de Marlofa, pequeño enclave que pertenece al municipio de La Joyosa. A escasos metros hay una balsa que antaño sirvió de abastecimiento de boca y ahora se utiliza para el riego. A su alrededor se ha acondicionado un pequeño parque.

Acequia de la Almozara cerca de Marlofa
Acequia de la Almozara cerca de Marlofa

Superados los seis kilómetros y medio de trazado se alcanza la carretera de acceso a Sobradiel. A partir de este tramo la acequia divide dos paisajes totalmente opuestos. En su margen derecha se trata de suelos industriales, algunos de ellos ocupados por naves y otros sin uso. A la izquierda predomina el verde de los campos de cultivos, aunque estas tierras todavía no reciban las aguas de la Acequia de la Almozara.

Acequia de la Almozara cerca de Sobradiel
Acequia de la Almozara cerca de Sobradiel

A los ocho kilómetros se introduce en la trama urbana del barrio de Casetas, uno de los más populosos de la ciudad de Zaragoza.

Acequia de la Almozara a su paso por el barrio de Casetas
Acequia de la Almozara a su paso por Casetas

Superados los once kilómetros de recorrido se interna en Utebo. Esta población dependió históricamente de Zaragoza. Sin embargo en el siglo XVIII comenzó su andadura para conseguir la independencia municipal, hecho que se consumó en 1906. El término municipal de Zaragoza que llega hasta el azud se interrumpe tras esta segregación, siendo atravesado por la Acequia de la Almozara. El casco antiguo se emplaza a medio kilómetro hacia el norte. Su crecimiento urbanístico a finales del siglo XX  ha provocado que la acequia ahora discurra por el casco urbano.

Acequia de la Almozara a su paso por Utebo
Acequia de la Almozara a su paso por Utebo

La construcción más importante vinculada a la acequia después de la Casa del Azud era el Molino de Utebo. Fue mandando construir por el Término de la Almozara. Perteneció a esta sociedad durante tres siglos, hasta el año 1970. Se edificó cerca de la acequia, sobre el puente de San Ginés. En el Archivo notarial de Zaragoza se encuentran documentados todos los detalles de la construcción del nuevo molino. El conjunto estaba formado por el molino, la casa del molinero que contaba con corral y la almenara que permitía el acopio de agua. Alrededor del edificio contaba con una amplia plaza para la recepción de materia prima así como tierra cultivable. En su conjunto contaba con unos 3.000 m2 de superficie.

Maqueta del Molino de Utebo
Maqueta del Molino de Utebo

La obra se culminó a finales del año 1668 aunque tardó varios años en ponerse en funcionamiento debido a diversos desperfectos de la obra así como a lluvias torrenciales y una devastadora riada que afectó de manera notable a la economía zaragozana. Hasta el año 1680 no se tiene constancia documental del primer molinero, Lorenzo Lamasson, de origen francés. El molino contaba con tres muelas, dos para moler trigo y una para moler sal. Este proceso se abastecía del mineral extraído en el monte del Castellar y de las minas de Remolinos. A lo largo de su historia fueron numerosos los molineros que lo regentaron mediante arriendo. Su funcionamiento fue estable, aunque con numerosas dificultades en cuanto a su estado de mantenimiento que fueron resueltas según la situación económica de cada época. El peor momento fue el paso de la Guerra de la Independencia que obligó a realizar obras de reforma importantes. Ya en el siglo XX combinó su actividad de molienda con la de producción de energía eléctrica mediante un arrendamiento. Tras unos años de adaptación de las instalaciones, entre 1905 y 1930 Electra de Almozara se encargó de producir electricidad gracias a una turbina que aprovechaba las aguas de la Acequia de la Almozara. Durante el siglo XX y de manera exclusiva en los últimos años de funcionamiento se dedicó a la molienda de cereales para el pienso animal. En el año 1970 el Término de la Almozara vende el molino a Gabriel Pérez y Josefina Miguel, los últimos molineros. Dos años después cesó la actividad molinera. En los años ochenta, tras una década de abandono de las instalaciones, se decidió su derribo. Sólo se  conservaron los cárcavos y parte de la almenara. En la actualidad, tras la desaparición del edificio, se conservan los restos integrados en un centro sociocultural.

Centro Cultural El Molino que alberga los restos del Molino de Utebo
Centro Cultural el Molino. Utebo

Al abandonar esta población las aguas toman protagonismo ya que comienzan su labor de riego. Comienza a ramificarse mediante acequias para dar servicio a la zona regable entre el río Ebro y la carretera de Logroño. A los 13 kilómetros y medio alcanza el paraje del Recuenco, donde el trazado de la acequia da un cambio brusco de dirección. En las cercanías esta la antigua Casa del Guarda, a las afueras de Monzalbarba, otro barrio rural de Zaragoza. Este pequeño edificio es ahora la sede del Término de la Almozara.

Casa del Guarda. Sede del Término de la Almozara
Casa del Guarda. Monzalbarba

La acequia sigue su trazado siendo obligada a atravesar la autopista y las líneas férreas. Toma dirección a los depósitos de combustible de CLH, bordeando las instalaciones por la parte trasera tras 15 kilómetros de recorrido. Ahora es más complicado seguir su trazado, al discurrir por la parte trasera de los polígonos industriales ubicados a los pies de la carretera de Logroño. A los 17 kilómetros atraviesa pasa junto al polígono del Portazgo. En este entorno estuvo el Molino de la Abeja. Este molino harinero era de menor tamaño que el de Utebo y posiblemente sólo tuviese una muela. Durante las obras de canalización de este tramo de la acequia fueron descubiertos los restos del molino hace unos años. Para su conservación fueron trasladados a la Casa del Azud a la espera de una ubicación definitiva. Se trata de unos cuantos sillares del edificio y una de las muelas que se pudo recuperar.

Piedras pertenecientes al antiguo Molino de la Abeja
Sillares del Molino de la Abeja

La acequia de la Almozara avanza ya en su tramo final atravesando de nuevo carreteras, vías de ferrocarril y alimentando mediante pequeñas acequias una de las zonas más amplias de su término. El avance urbanístico en las últimas décadas de la gran ciudad ha modificado el final de su trazado. Antaño alcanzaba el palacio de la Aljafería desaguando en el río Ebro en las inmediaciones del actual puente de la Almozara. En la actualidad las aguas sobrantes de la acequia Mayor están conectadas al colector proveniente del polígono PLAZA. Por ello a día de hoy podemos decir que el final de la Acequia de la Almozara es un gran desagüe situado a 150 metros del acceso al antiguo Parque Deportivo Ebro.

Desembocadura de la Acequia de la Almozara en el río Ebro
Desembocadura de la acequia en el río Ebro

Bibliografía

García, F.J. (2017). La Acequia de la Almozara de la ciudad de Zaragoza: dos mil años de historia. Publicación número 3524 de la Institución «Fernando el Católico», Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza. Recuperado de: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/35/96/_ebook.pdf

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(2011). Diagnóstico Capítulo General de Herederos Término de la Almozara. Ebrópolis. Marco Estratégico Zaragoza 2020. Recuperado de: http://www.ebropolis.es/files/File/Documentos/Diagnostico-termino-almozara.pdf

Los entresijos del Quijote y su relación con Aragón

Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547, y falleció en Madrid en 1616. Su vida fue itinerante, en sus inicios por la profesión de su padre, médico, y después por su azarosa y desdichada vida como soldado, cobrador de deudas, novelista, poeta y dramaturgo. Ello le llevó a realizar largas estancias en Italia, Argelia y Portugal, así como en Andalucía y Castilla principalmente. Sin embargo no se tiene constancia fehaciente de llegase a visitar tierras aragonesas. Quizás en uno de sus viajes hacia el Mediterráneo pudiera alojarse en el Palacio de los Villahermosa de Pedrola. Su única relación documentada con Aragón fue el momento en que ganó el certamen poético convocado por los Dominicos de Zaragoza en 1595 con motivo de la canonización de San Jacinto. El modesto premio, tres cucharillas de plata, no parece que llegara a recogerlo.

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En el año 1605 publicó la primera parte de “ El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha “,  más conocido como Don Quijote de la Mancha, teniendo una gran acogida del público de la época. En el año 1615 salió a la luz la segunda parte. Se trata de la obra cumbre de la literatura española y una de las principales de la literatura universal, siendo el libro más editado y traducido de la historia tras la Biblia. La obra la concibió como una parodia de los libros de caballerías, siendo un retrato de la realidad mísera, como un reflejo de la España imperial de los Austrias. Y terminó convirtiéndose en la primera novela moderna.

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En 1614 aparece impreso el “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” también conocido como Quijote de Avellaneda. Su autor fue Alonso Fernández de Avellaneda. La mayor parte de los estudiosos coincide en que se trata de un pseudónimo y tras él se especula entre varios autores sin una teoría que predomine sobre las demás. Incluso se puede distinguir por su redacción que son varios autores los que escriben la obra, diferenciando el prólogo del resto del libro. En todo caso es evidente la descripción de un Quijote anticervantino, completamente loco y desamorado de Dulcinea, lo cual cabreó mucho a Cervantes. Abundan además los aragonesismos lo cual delata a alguno de los autores, y donde seguramente participase Lope de Vega o los lopistas, en su afán de desprestigiar a Cervantes. Entre ellos había una evidente enemistad por motivos profesionales. A pesar de no ser la única imitación de la obra de Cervantes en su época, sí es la más importante siendo incluso citada por el propio autor en su segunda parte que salió un año después. Esta reacción fue contraproducente ya que ha puesto en valor para el lector moderno la obra del Quijote de Avellaneda que quizás ahora estaría casi olvidada. Pero también pudo ser un acicate para que terminase la segunda parte, que debía llevar años detenida.

La publicación del Quijote de Avellaneda tuvo gran popularidad en Zaragoza. Parece ser que en la ciudad abundaba el anticervantismo temiendo que la visita de Don Quijote fuera aprovechada por Cervantes para dejar en mal lugar a las clases altas aragonesas y ridiculizar sus festejos. Se dice incluso que en las fiestas de octubre de 1614 una cabalgata recorrió el Coso ridiculizando a Miguel de Cervantes, así como a Don Quijote y Sancho. A su paso por Aragón Cervantes describe los tópicos aragoneses, acentuados por el desconocimiento de esta tierra que posiblemente nunca pisó. El tratamiento de los duques, los cuales son protagonistas durante numerosos capítulos de la segunda parte y que se dedican a perder el tiempo mofándose de un estorbau*, se contrapone a su función social. Ello se ha interpretado como una burla a la nobleza aragonesa, y puede ser la explicación por la cual el segundo tomo no se publicó en Aragón durante todo el siglo XVII.

*Estorbau: Loco, perturbado.

En el año 1516 Cervantes publica la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. A pesar de que el autor expresase en el final del primer tomo la intención del hidalgo de combatir en unas justas celebradas en Zaragoza, la publicación del Quijote de Avellaneda le hace cambiar de opinión. ” No pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira de ese historiador moderno “, dice el propio personaje cuando averigua la existencia de una copia suya.

La ruta de Don Quijote y Sancho Panza por Aragón arranca en la Sierra de Albarracín, y pasando por Daroca llega al río Ebro. En su entorno tendrán lugar los episodios más célebres. Finalmente continuará hacia el este, pasando por Fraga en dirección a Cataluña. Cervantes menciona a Aragón en el 30% de la primera parte y en el 45 % de la segunda parte alto u baxo*. En cuanto a la localización de los lugares en su segundo tomo, éstos no son definidos por el autor en su obra. Pero a día de hoy se ha generalizado la ubicación de la casa de los duques y gobernación de Sancho en Pedrola y la Ínsula Barataria con Alcalá de Ebro. Ello se debe a una interpretación, o más bien una invención, de Juan Antonio Pellicer, cuyas especulaciones son descritas detenidamente en una obra publicada en 1797. Unas décadas antes hubo un intento de localización topográfica llevado a cabo por Tomás López, geógrafo del rey Carlos III. El mapa realizado que acompañó a varias ediciones del Quijote situaba la corte ducal en la localidad de Osera y la Ínsula Barataria en Castejón de Monegros.

*Alto u baxo: Aproximadamente.

Con motivo del IV centenario de muerte de este genial escritor en el palacio de Sástago de Zaragoza tuvo lugar la interesante exposición “Cervantes y Aragón. Zaragoza, Patrimonio de Don Quijote”. Organizada por la Diputación Provincial de Zaragoza, con ella se pretende descubrir la estrecha relación entre el Quijote y la provincia de Zaragoza. Se ha acompañado de diez ilustraciones creadas para la ocasión llevadas a cabo por Arantxa Recio, una dibujante zaragozana. Una excelente manera de acompañar los paneles explicativos en los se desgranan los episodios, lugares y los personajes que aparecen en sus libros relacionados con Aragón.

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Analizando el segundo tomo, en el capítulo 26 habla de una fantasía zaragozana cuyo escenario son las torres del palacio de la Aljafería. El Ebro marca el paisaje cervantino donde tiene lugar una de las aventuras más célebres de la segunda obra, que sucede en el capítulo 29. Se trata de la aventura del barco encantado, que supone una burla a los episodios habituales de los libros de caballerías, y que termina con un naufragio estrellándose con las ruedas de un molino. A partir del capítulo 30 se sucede la larga estancia en el castillo de los duques. Don Quijote y Sancho Panza se encuentran con unos cazadores, entre ellos una duquesa. Son muy bien acogidos por los duques. Supone un primer contacto de los protagonistas con la alta nobleza, y sus anfitriones por otra parte los utilizan como bufones para divertimento propio.

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Entre los capítulos 40 y 41 sucede la aventura de Clavileño, un caballo de madera, al cual los duques les invitan a subir con el fin de volar en busca de una princesa. La aventura acaba en el suelo de manera súbita, todo ello organizado por los duques para pasárselo bien a costa de los infelices protagonistas. Entre los capítulos 45 al 53 se sucede otra de las farsas más memorables. Don Quijote encandiló a Sancho Panza con la posibilidad de ser gobernador y gracias a los duques le fue entregada la Ínsula Barataria. Acudió a la localidad y le fueron entregadas las llaves. Al frente del cargo demostró su inteligencia y su valía por su carácter sencillo y pacífico. Redactó nuevas ordenaciones dando fe de su buen gobierno.  Sin embargo a lo largo de diez días que duró el mandato no tuvo descanso y lo que antes había sido un sueño ahora se había convertido en una tortura.  Así que dejó el puesto y se volvió a reencontrar con su asno y con la vida que hasta entonces tenía de la mano de su hidalgo. Al despedirse de los duques, Don Quijote y Sancho Panza se dirigen a Zaragoza para participar en unas justas que allí se celebran. Se entera de camino que ha sido publicado el Quijote de Avellaneda, en cuya obra presenta al protagonista como como un loco de atar. Entonces decide cambiar de rumbo y dirigirse a Barcelona.

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En resumen, a pesar de que Miguel de Cervantes no llegase a pisar tierras aragonesas, centra buena parte de las aventuras del hidalgo manchego en Aragón. Sin conocer estas tierras realiza una descripción que fue interpretada de manera negativa en su tiempo, y causó malestar en la sociedad aragonesa. La publicación del Quijote de Avellaneda está relacionada tanto con el anticervantismo que se respiraba en Aragón por aquel motivo como por el generado por Lope de Vega y sus seguidores. Una copia que tuvo gran repercusión llegando a ofender tanto a Cervantes como para citarla y criticarla en su segunda parte. Uno de los libros más universalmente conocidos  que tiene una relación con Aragón tanto en el argumento de la propia obra, como en la historia que rodeó en la realidad social en la que se vieron envueltos tanto los autores de la época como sus publicaciones.

Puente de Piedra, en pie a merced de río Ebro

Hace unas semanas el Ebro ha estado de actualidad debido a una crecida extraordinaria. Esta situación se repite de manera periódica ya que como bien nos enseñaron en el colegio nuestro río es el más caudaloso de España, y además su régimen es muy variable a lo largo del año. Así lo atestiguan los datos. Durante la crecida del 23 de octubre de 1907 en Tortosa se alcanzaron unos 8.000 m3/seg y una altura en el cauce de casi diez metros, en claro contraste con el caudal de 32 m3/seg que llegó a tener en un periodo de sequía. Ello se debe a que la cuenca hidrográfica es muy amplia y recoge las precipitaciones de zonas lluviosas. Cuando coinciden en el tiempo lluvias intensas y el deshielo las crecidas son habituales. Pero dependiendo de factores como la intensidad de las mismas y la zona que abarcan, además de la subida de temperaturas que provocan el deshielo masivo pueden generar crecidas extraordinarias.
La subida del caudal del río naturalmente afecta al cauce del río, pero la naturaleza tiene sus mecanismos para asimilar estas situaciones. El cauce es amplio y las gravas se van moviendo y adaptando según el movimiento de las aguas. La vegetación de ribera limita el cauce y está adaptada para la inundación; tras la retirada de las aguas sigue su ritmo natural. Si la crecida es extraordinaria puede incluso modificarse el cauce creando un nuevo trazado dejando abandonado algún tramo, conocido como galacho*. La vegetación va colonizando estos espacios y con el tiempo se convierten en nuevos bosques de ribera. Y en caso de que el caudal sea muy elevado la naturaleza tiene previsto la inundación de los terrenos circundantes al río, con el fin de amortiguar la crecida y reducir la velocidad del agua, cuyo aumento es proporcional a los daños que puede llegar a producir. Gracias a estas crecidas el cauce se limpia de sedimentos, a la vez que los deposita en otros puntos dando lugar a las fértiles tierras del valle del Ebro.
*Galacho: Meandro abandonado en un río.

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La entrada en escena del hombre en los últimos siglos de vida del río ha supuesto un cambio notable en el paisaje ribereño. El valle del Ebro fue ocupado por el Hombre de Neandertal hace aproximadamente unos 100.000 años. Su influencia sobre el medio natural fue mínima hasta hace unos dos mil años, cuando se comenzaron a levantar obras civiles tanto para su asentamiento en núcleos urbanos como para el aprovechamiento de los caudales. En las últimas décadas debido al avance tecnológico el hombre ha intentado dominar el río Ebro para evitar las crecidas extraordinarias que producen daños en las zonas anegadas debido a la presión demográfica a la cual están sometidas las tierras más cercanas al cauce. La construcción de presas ha reducido de manera notable las avenidas, que a lo largo de la historia del Ebro han sido mucho mayores. Sin embargo es imposible el dominio absoluto de un río, cuya naturaleza depende de tantas variables.

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El río Ebro es un elemento fundamental para la ciudad de Zaragoza, y marcó el asentamiento íbero de Salduei en el siglo III a. C. Posteriormente fue ocupado por la ciudad romana de Caesaraugusta. Y para facilitar el paso de un río con una anchura de unos doscientos metros, cuyo caudal era tan irregular, fue necesaria la construcción de un puente sólido. Los romanos construyeron el primero de ellos de estas características frente a una de las calles principales que configuraban la ciudad, el Cardo (actual calle Don Jaime I). El puente romano no está determinado de qué material fue construido, y parece que fue destruido hace el año 827, siendo reconstruido por Abderramán II en 839. Desde el siglo XII se tiene constancia de la intención de construir diversos puentes que fueron sucumbiendo a las riadas del Ebro. La actual fábrica data el siglo XV, y no de época romana como todavía algunos piensan. Esa ubicación se ha mantenido en el tiempo como único lugar estable para cruzar el río Ebro en Zaragoza, constituyendo el nudo de comunicaciones más importante del tramo medio del valle del Ebro. En el año 1895 se inauguró el puente del Pilar, más conocido como puente de Hierro, que le arrebató la hegemonía que había ostentado durante siglos.

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El actual Puente de Piedra ha sufrido numerosas reformas a lo largo de su historia, determinadas precisamente por la acción del río Ebro y sus embestidas. Fue levantado entre los años 1401 y 1440. En tal magna obra intervinieron entre otros muchos maestros mudéjares, artesanos y obreros cristianos, un arquitecto alemán y un maestro italiano. Y fueron necesarias muchas toneladas de madera, cal, yeso y fundamentalmente piedra. La madera llegó de los Pirineos y también de bosques cercanos como los de Leciñena. Y la piedra llegó de las canteras del Castellar. El río ayudó a llevar por sus aguas todos estos materiales para su construcción, pero sin embargo la furia de sus aguas también obligó a reconstruir el puente en numerosas ocasiones. En el año 1580 ya fueron necesarias obras importantes para su consolidación debido al desgaste producido por la fuerza del río. En 1643 tuvo lugar la tamborinada* más importante de la que hay noticia, lo cual provocó el desplome de dos arcadas centrales del puente que tardaron quince años en reconstruirse. Esta situación quedó plasmada por el pintor Juan Bautista del Mazo en su conocida estampa del puente zaragozano. En 1659 fueron realizadas las obras que dieron el aspecto actual a la obra. Ya en el siglo XVIII se llevaron a cabo obras de envergadura para encauzar el agua bajo el puente y proteger los pilares. También se construyó un importante muro que protegía el Templo del Pilar para evitar así las embestidas del río en la margen derecha, y que ocultó una de las arcadas del puente situada en el arranque de la calle Don Jaime I. Finalmente en el año 1813 fue volado el arco más cercano al barrio del Arrabal con la retirada de los franceses, que fue reparado rápidamente.
*Tamborinada: Riada.

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En la historia reciente las avenidas han sido numerosas. El 13 de enero de 1871 tuvo lugar una de las riadas más importantes. Entonces el agua llegó a cinco metros del palacio de la Aljafería. En el Puente de Piedra se superó en metro y medio la altura marcada de la mayor avenida conocida hasta entonces, marcada por una argolla. En aquella época no había motas para contener el cauce y la superficie inundada fue amplísima. En el año 1930 se llegaron a alcanzar los 3.500 m3/seg con una altura sólo inferior en 15 centímetros a la avenida anterior. En aquella época hubo que desalojar los barrios de Ortilla, Ranillas, Montemolín y Miraflores. Unos años antes se había fundado Helios y construido los Baños del Ebro junto al río que sufrieron la primera de las inundaciones de su historia. En 1936 se volvieron a alcanzar los seis metros de altura en el cauce del río en otra riada. Y llegó la riada del 2 de enero de 1961, la mayor del último siglo. Entonces se alcanzaron los seis metros y medio en el cauce, con un caudal de 4.130 m3/seg. Además de su envergadura los daños fueron mayores ya que se mantuvo durante cuatro días. El cauce ocupaba kilómetros de anchura en algunos puntos del cauce cercano a la ciudad. En el Puente de Piedra se sobrepasó la argolla que marcaba las riadas históricas. Los daños fueron incalculables y la superficie inundada pudo apreciarse desde los medios aéreos convirtiendo el valle en un auténtico mar. En los años sucesivos se fueron construyendo muros de contención en muchos tramos del río, cuya experiencia ha demostrado que sólo han servido para que el recorrido del río no varíe. Y la construcción de presas en la cuenca del río ha servido para eliminar las avenidas ordinarias, pero no así las extraordinarias debido a la gran cantidad de agua que puede llegar a llevar el río. En esos casos el Ebro ha destruido los diques con la furia que le caracteriza en estos episodios. Todavía queda muy reciente la avenida del 2 de marzo de 2015 en la que se alcanzaron los 6,1 metros de altura, con un caudal de 2.610 m3/seg. Queda claro que el río necesita su espacio, y por mucho que el hombre quiera dominar el río, cuando se desata su fuerza él siempre tiene las de ganar.

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Un ejemplo de resistencia es el Puente de Piedra, levantado por el hombre como un elemento necesario para su desarrollo social y económico, que está en pie a merced del río Ebro. Un indomable río cuya furia se desata de manera periódica con riadas que contribuyen a mantenerlo vivo pero que amenazan al asentamiento humano en sus riberas. La única solución es convivir con él buscando un equilibrio entre el ser humano y el río.

El castillo de Juslibol, llave de la reconquista de Zaragoza

En esta nueva aventura propongo descubrir un lugar con mucha historia que se encuentra abandonado a su suerte. ¿Qué os sugiere el nombre de Juslibol? Un galacho, un barrio de Zaragoza, un espacio natural, viviendas en cuevas, El Tinajo… Quizás algunos zaragozanos recuerdan aquellos domingos en los galachos, lugar de encuentro de muchas familias cuando todavía se podía entrar con el coche e incluso bañarse en las peligrosas lagunas producto de las antiguas graveras.

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Pero la mayor parte seguro que no sabe el origen del topónimo de Juslibol, y su importancia en la historia de Zaragoza. En el siglo XI los musulmanes levantaron un puesto defensivo al borde de los escarpes que delimitan el valle del río Ebro. Fue conocido con el nombre de Mezi Meeger y su objetivo era la defensa ante posibles ataques cristianos. Pedro I de Aragón, con el avance de la reconquista hacia el sur, toma este castillo. Entonces fue bautizado con el nombre de Deus lo vol (Dios lo quiere, la voluntad de Dios) frase utilizada como chilo* de guerra en las cruzadas. De aquí proviene el nombre de Juslibol. Este enclave era de gran importancia estratégica, debido a su emplazamiento elevado sobre un cerro en la margen izquierda del río Ebro, desde el cual se dominaba la vega y la ciudad de Saraqusta, la Zaragoza musulmana. Este punto distaba exactamente cinco kilómetros de su mezquita mayor, ubicada en el mismo lugar donde ahora se levanta la catedral de La Seo. Por ello se convirtió en una posición vital para su reconquista. Formaba parte además de la línea ofensiva cristiana de 25 kilómetros formada por enclaves situados al borde de los escarpes de yesos, en la margen izquierda del Ebro. Juslibol era el más cercano a Zaragoza, al cual se añadían las fortalezas del castillo de Miranda, el castillo de Alfocea, la torre de Candespina de Sobradiel, castillo del Castellar, castillo de Santa Inés y el castillo de Pola de Remolinos.

*Chilo: Grito.

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La toma de Zaragoza fue una auténtica cruzada como así lo manifiesta la celebración de un concilio en Toulouse donde se reunieron obispos de Aragón, Navarra y del sur de Francia para proclamar la guerra santa contra el enemigo musulmán. Alfonso I de Aragón se reunió con ellos para ponerse al frente del ejército cristiano. A él se añadieron caballeros franceses, aragoneses, sobrarbenses, ribagorzanos, navarros, vizcaínos y alaveses. En el verano de 1117 el rey Alfonso junto a sus compañeros de armas, los hermanos Gastón, vizconde de Bearn, y Céntulo de Bigorra, realizaron una inspección de las murallas de la ciudad en busca de los puntos débiles. El asedio a Saraqusta comenzó en mayo del 1118. Un mes después los cristianos tomaron el palacio de la Aljafería, lo cual supuso un duro golpe para los musulmanes. Abd Allah ibn Mazdali, gobernador de Granada, acudió en ayuda de los sitiados, pero éste murió al poco de entrar en la ciudad, lo cual les supuso un nuevo revés. Saraqusta no fue asaltada y el asedio provocó su rendición por hambre. Alfonso I el Batallador entró en la ciudad junto con sus tropas el 18 de diciembre de 1118 tomando posesión del palacio de la Zuda. La capitulación fue ventajosa para los rendidos, que pudieron conservar sus propiedades, su religión e incluso su estructura de gobierno. La toma supuso también la sumisión de amplios territorios, desde Magallón hasta Fuentes de Ebro y Alfajarín, y por el sur hasta el puerto de Paniza.

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En cuanto al castillo de Juslibol, tras la reconquista de Zaragoza, perdió poco a poco su valor estratégico y su uso militar. En 1134, el rey aragonés lo cede a los Garcés. En 1160 pasa a manos del obispado de Zaragoza. En el siglo XIII el castillo volvería a manos de la corona, hasta que en 1233 el rey de Aragón Jaime I el Conquistador lo vende al arzobispado de Zaragoza. Hoy en día pertenece a la Casa de Ganaderos. Apenas quedan restos de una de las torres, y es conocido popularmente como el Picote de San Martín.

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El castillo de Juslibol se ubicaba en una posición elevada, en su momento cubierta por densos bosques, a unos 70 metros de altura sobre la vega del Ebro. La fortaleza estaba formada por un recinto de pequeñas dimensiones de planta irregular, que no superaba los cincuenta metros de largo. Se emplazaba sobre un pequeño cerro delimitado al sur por paredes de gran desnivel, y al oeste por un barranco. Su defensa natural se reforzó con la construcción en época musulmana de varios fosos que rodeaban buena parte de su perímetro, ahora ya colmatados de sedimentos. El castillo estaba rodeado de una muralla con varios torreones. Se pueden apreciar algunos restos de paredones de tapial y piedra. El elemento más visible es parte de una posible torre situada al borde del barranco por el lado que mira a la vega del Ebro. Conserva uno de sus laterales en el cual todavía se puede apreciar una pequeña aspillera. Y también se conserva parte del aljibe del castillo.

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Uno de los hechos históricos más importantes de la ciudad de Zaragoza, la reconquista por parte de Alfonso I el Batallador, tiene como escenario importante el castillo de Juslibol, de donde partieron las tropas. Sin embargo su ubicación es apenas conocida. Incluso en la actualidad recibe otro nombre, el picote de San Martín. Desde Juslibol se aprecia su único resto, un muro que despunta sobre los escarpes cerca de la iglesia parroquial. Pero nada más. Allí yacen sus restos, que dentro de poco desaparecerán y con ello parte de la historia de la ciudad de Zaragoza. Es sorprendente el olvido y el abandono por parte del ayuntamiento de Zaragoza de este castillo, fundamental durante la reconquista y que tras su toma se convertiría en capital del reino de Aragón. Un simple cartel indicativo, un pequeño sendero de acceso, un cartel explicativo sería lo mínimo que habría que hacer para no dejar en el olvido este enclave. Pero también un estudio arqueológico del castillo y sus alrededores descubriría seguro muchos más detalles de esta importante etapa de la historia zaragozana. Sin duda alguna una buena fecha para el término de estas actuaciones sería el noveno centenario aniversario de la reconquista de Zaragoza, que se cumple el 18 de diciembre de 2018. Una ciudad con más de dos mil años de historia no puede xublidar* uno de sus restos arqueológicos más importantes, un pequeño castillo que supuso la llave de la reconquista de la ciudad de Zaragoza.

*Xublidar: Olvidar.