Un rayo de esperanza para Moriello de Sampietro

El 30 de abril de 2015, tras veinte años de andadura, culminé el reto más ambicioso que me he planteado en mi vida: conocer todos los pueblos de Aragón. En realidad he visitado 1.758 núcleos, y todavía me quedan algunas aldeas y multitud de pardinas, casas de campo y mases. La visita al zaguero* de ellos, Moriello de Sampietro, fue muy emotiva. Este precioso enclave está situado a unos doce kilómetros de Boltaña, encaramado en la divisoria de aguas de los río Ara y Yesa, y frente al macizo calcáreo más alto de Europa, el Monte Perdido.

* Zaguero: Último.

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Cuenta con pista de acceso, pero su estado es tan malo que tuve que realizar el recorrido a pie. Un largo paseo, mientras los nervios poco a poco iban apoderándose de mí. Cada vez estaba más cerca de llevar a cabo mi sueño. Al fin llegué a la aldea, que parecía anclada en el pasado conservando intacta la arquitectura pirenaica. A pesar de estar situada en un lugar bastante inaccesible, sus antiguos moradores se han esforzado en mantener las viviendas. Tanto los propietarios como la Asociación As Gabarderas luchan para que este pueblo no tenga el mismo destino que los cientos de pueblos aragoneses que dentro de unas décadas serán sólo ruinas. Han levantado el tejado de la herrería y la iglesia está restaurada. Y unas cuantas casas están rehabilitadas, mientras que en otras se han realizado trabajos.

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En la década de los sesenta, en esta aldea compuesta por nueve viviendas, todavía residían una veintena de personas. El descenso demográfico hizo que casi llegase a despoblarse, pero esto sólo ocurrió de manera esporádica. Una de las claves para evitarlo es contar con una buena comunicación. La pista de acceso fue construida en el año 1982, y fue un factor imprescindible para la  pervivencia de este pueblo. Sin embargo su falta de mantenimiento hizo que su estado fuera lamentable lo que la hacía solamente practicable para vehículos todo terreno. Tras varios años de protestas al fin se licitaron las obras para mejorar el firme y reforzar los puntos donde es más fácil su deterioro. Y finalmente fueron ejecutadas las obras en el verano de 2016.

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A lo largo del año 2015 un rayo de esperanza comenzaba a alumbrar Moriello de Sampietro. Sara y Agustín habían elegido este lugar para vivir y para desarrollar su actividad. Tras los estudios de pastora por parte de Sara en España, lleva ya años trabajando a temporadas como pastora y quesera en los Pirineos y los Alpes, con una dilatada experiencia en la producción de quesos. Por su parte Agustín además de pastor también trabaja de manera temporal en Francia en una asociación de apoyo a los pastores amenazados por el ataque de osos y lobos. Tienen claro que quieren vivir en un lugar como éste, apartado y bello, y son conscientes de las limitaciones. Pero también tienen claro la actividad que van a desarrollar, la agropecuaria, íntimamente ligada con el medio elegido, la misma que ha permitido la existencia de este pueblo durante siglos.

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Al llegar al pueblo recorrí la calle empedrada que conduce a la plazoleta donde se ubica la iglesia. Allí me encontré a la joven pareja y un amigo suyo. Enseguida entablamos una conversación y les conté lo especial para mí de la visita a este pueblo, y su hospitalidad fue instantánea. Me invitaron a celebrar juntos la culminación de mi reto, y sacaron una botella de cava con la que brindamos. Allí me encontraba en medio del Sobrarbe, rodeado de un paisaje espectacular, con tres nuevos amigos y disfrutando de este inolvidable momento. Durante la charrada* también compartieron conmigo la experiencia de la llegada a este nuevo lugar. Me contaron su proyecto, y enseguida me contagiaron las ilusiones en él depositadas.

* Charrada: Conversación, charla.

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El broche final a mi reto no podía haber sido mejor, encontrarme con gente que es capaz de llevar a cabo un proyecto ilusionante y personal. Una esperanza para núcleos como Moriello de Sampietro, que necesitan gente como ellos, que devuelvan la vida a pequeños pueblos manteniendo la riqueza arquitectónica sin alterar el valor paisajístico que los rodean.

Era inevitable la vuelta a Moriello de Sampietro, nuevamente con nervios por la incertidumbre de saber cómo les había ido a Sara y Agustín en su proyecto. Entonces me acompañó mi familia y volví a este pueblo tan especial en el verano de 2022. En esta ocasión la pista ya estaba arreglada y pudimos subir con nuestro vehículo. Un trayecto maravilloso ascendiendo hasta llegar a un collado; sólo restaba descender atravesando una zona de umbría ya viendo a lo lejos la aldea.

Nada más bajar del coche nos tropezamos con Agustín que estaba realizando faenas con el cercado para el ganado. Me reconoció rápido y entablamos la conversación, que casi fue una continuación de la que habíamos tenido hace siete años. Y lo más importante seguían adelante con el proyecto. En esta ocasión no pude ver a Sara ya que se encontraba como todos los años por estas fechas trabajando en Francia.

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A lo largo de estos años de pandemia habían ido avanzando poco a poco. Al principio estuvieron viviendo en Casa Campo, gracias al apoyo de sus dueños ahora residentes en Latorrecilla. Su idea era tener un hogar propio y tras la compra de la borda de esta casa realizaron con mucho esfuerzo las obras. Hace dos años que ya están instalados allí. En cuanto al proyecto agropecuario poco a poco se va gestando. Tienen un grupo reducido de ganado y tras los permisos administrativos están preparando el espacio donde ubicarán los animales que deberán ampliar en número para poder comenzar con la producción de leche y de queso.

Dimos un paseo por el pueblo y pudimos ver que el pueblo mantenía su arquitectura pirenaica. Dos de las viviendas además eran utilizadas de manera temporal con lo que se mantenían en buen estado. Otras seguían en ruinas. Y también pudimos ver la herrería por dentro. Un auténtica joya de pasado que conservaba la fragua y el fuelle para avivar el fuego, y por supuesto el yunque donde elaborar las herramientas. Subimos hasta una pequeña elevación rocosa para admirar las vistas tanto del paisaje circundante como de la aldea rodeada de las pequeñas fajas ahora conservadas gracias a  labor del ganado.

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Aún tuvimos varias ocasiones para seguir con la charrada y nos pudimos despedir agradeciendo la labor de esta pareja para la recuperación de la actividad en lugares tan bellos de nuestras montañas como éste. Sin duda que habrá otra visita a Moriello de Sampietro. Esperamos que en esa ocasión podamos saborear ese ansiado queso que tan bien deben saben hacer y que seguro elaborarán en su casa gracias a su empeño. Y lo más importante, que seguirán adelante con su proyecto por el que llevan tantos años luchando.

A finales de 2023 por fin se materializó su proyecto de vida pastoral bajo el nombre de Siricueta, una palabra aragonesa que significa suero de leche. Nació con fuerza gracias a que otra joven pareja, Aina y Jesús, se añadieron formando un sólido equipo. Todos ellos, con diferentes andaduras previas y perfiles profesionales, pero que comparten el amor y el compromiso hacia los animales y la necesidad de la conservación del oficio del pastoreo tradicional. Es la base de un modelo agroalimentario más sostenible, próximo y respetuoso con el entorno natural. El camino realizado hasta el momento ha supuesto una recuperación de la aldea y su entorno. Los servicios básicos como el agua y luz son de proximidad, con la toma del agua cercana y la luz mediante energía solar. Parte de los alimentos son cultivados en el mismo lugar. Ahora ya son cuatro los habitantes de Morillo de Sampietro.

En cuanto al paisaje, poco a poco las antiguas terrazas van recuperando los pastos gracias al trabajo de las personas y también del ganado. El pastoreo diario ha logrado recuperar el trabajo de generaciones de personas que modelaron este paisaje durante siglos. El rebaño de ovejas y cabras no es numeroso, pero constituye una herramienta ideal para la conservación de la biodiversidad y el patrimonio rural. Ya es una realidad la cuadra de madera situada en las inmediaciones del casco urbano que ha supuesto un gran esfuerzo burocrático para el cumplimiento de la legislación vigente. Y también de trabajo aprovechando la madera de los bosques cercanos.

El siguiente paso será la transformación de leche en queso y la puesta en marcha de una quesería en la aldea. Para tal fin están restaurando una cuadra donde se ubicarán el obrador y la bodega de maduración. Han abierto una campaña de crouwfundig para poder ayudar al coste de la inversión. El proyecto es respetuoso con el medio ambiente, con la rehabilitación de un pequeño edificio en ruinas y en cuyo funcionamiento se utilizará energía solar. Y en cuanto al ganado, además de vitalizar un enclave hasta ahora deshabitado, mejorará también la calidad de los suelos con la fertilización, manteniendo y regenerando los pastos que poco a poco había colonizado el bosque. Otra ventaja de la ganadería extensiva es la prevención de incendios cercando al casco urbano de un perímetro que evitará la llegada de las llamas.

Un proyecto ilusionante para estas cuatro personas, pero también para la comarca pirenaica del Sobrarbe. Y no sólo para ellos sino para el futuro del medio rural donde este ejemplo de esfuerzo alumbra un rayo de esperanza para el cambio del sistema de manera global. Un pequeño grano de arena para poder alargar la vida de un planeta que todavía tiene un futuro incierto debido al cambio climático y social al que nos vemos abocados tras las últimas décadas de desarrollo económico imparable.