Después de varios años de andadura en la red, nuestro dragón va dando pasos firmes en su proyecto de Joréate por Aragón. El 14 y 15 de mayo tuvo lugar la segunda excursión que organiza, eligiendo una de las poblaciones que cuentan con el título de «uno de los pueblos más bonitos de España». Y sin duda alguna fue una excelente elección por dos motivos. El primero descubrir un pueblo que ofrece un casco urbano pintoresco, así como un entorno natural de gran belleza. Y el segundo conocer de primera mano el trabajo realizado para recuperar un pueblo prácticamente deshabitado hace tres décadas, y cuyo esfuerzo colectivo ha sabido sacar a relucir todos sus encantos ocultos mientras se recuperaba su vitalidad.
El lugar de encuentro era la oficina de turismo, el sábado a once de la mañana. Allí nos atendió Mª Jesús, una vecina veterana en esta faina* que lleva más de una década realizando la labor de divulgadora turística, y algunos más colaborando en el proyecto vital de Anento. Una oficina de turismo de un pueblo pequeño, pero que nada tiene que envidiar a las de otros centros turísticos de gran nivel, en la que además de ofrecer toda la información de interés del lugar, se pueden adquirir alimentos del pueblo, libros y todo tipo de recuerdos. En la plaza presidida por un árbol de piedra nuestro dragón reunió a las 26 personas que este año acudieron a esta jornada para contarles todos los detalles del concurso fotográfico en el que iban a participar. A lo largo del día tendrían la oportunidad de hacer fotos del pueblo y su entorno remarcando su belleza, y de las cuales deberían elegir tres por persona para participar en el concurso. Y al final desveló el premio para el ganador: un noche en su casa de campo, la Torre de Chorche, que incluía alojamiento y desayuno, además de degustación de los productos de su huerto ecológico.
*Faina: Labor.
Por la mañana tuvo lugar el paseo para conocer el atractivo natural más conocido del pueblo, el Aguallueve. Desde la localidad se tomó un sendero que arrancaba junto al parque y atravesaba un pequeño cauce de aguas cristalinas. Poco después, rodeado de huertas pasaba junto al peirón de la Virgen del Pilar. La senda se adentraba en un bosque de ribera formado por chopos donde la hiedra tapizaba el suelo y ascendía por los troncos de los árboles. De manera pausada se llegó al final del pequeño valle, donde había una balsa de aguas cristalinas de color verde turquesa que servían de antesala al pequeño rincón más visitado del lugar. La senda pasaba a los pies de la roca cubierta de musgo y felegueras* de la cual manaba agua por todos lados, formando pequeñas oquedades.
*Feleguera: Helecho.
Tras el receso para realizar fotos y disfrutar de este bello lugar, se tomó una senda que ascendía a una de la laderas. Un pequeño repecho culminado por escaleras de piedra, y la senda continuaba en llano para alcanzar en diez minutos en el torreón de San Cristóbal, como así se denominaban a los restos de una antigua fortificación celtibérica. Desde este lugar las vistas del casco urbano enclavado en el valle eran bien bonitas.
Volviendo por el mismo itinerario hasta el fondo del valle, y se tomó la senda de vuelta por la margen opuesta del barranco. Ya cerca de Anento una pequeña parada para disfrutar de otro bello rincón, una fuente con un merendero, entre la ladera del barranco y las fértiles huertas.
Sobre las dos de la tarde se llegó a Anento. La comida fue en el parque de la localidad, un lugar muy agradable con varias mesas y abundante sombra. El día era fresco pero el ambiente muy agradable entre gente que se acababa de conocer, afianzando los lazos de esta jornada de convivencia. Los chavales también aprovecharon el parque al terminar de comer, un lugar ideal también para ellos. El café se tomó en el bar del pueblo, un atractivo y moderno establecimiento de propiedad municipal, que además contaba con restaurante.
Después de reposo y la charla de la sobremesa por la tarde se comenzó la visita al casco urbano. En primer lugar la iglesia de San Blas. En su interior estaba Rosa, otra vecina del pueblo que hacía de guía turística y también era partícipe de la recuperación del pueblo. Contó de una manera muy especial los tesoros que guardaba Anento. En realidad era como la guinda del pastel en la visita de un pueblo que ofrecía muchos encantos al visitantes. Además de las pinturas de gótico lineal que se conservaban en parte de los muros, lo que más llamaba la atención era el magnífico retablo. Ocupaba todo el altar, y tenía varias peculiaridades. Una de ellas es que conservaba intacto, sin restauración alguna desde que fuera pintado por Blasco de Grañén hace más de siete siglos. Además estaba dedicado a tres santos, siendo uno de ellos difícil de verse representando en España, Santo Tomás Becket. En fin una joya que bien merecía una descripción tan detallada y que pudo verse bien cerca para poder admirar toda su riqueza.
Después hubo paseo por las calles del pueblo, descubriendo en sus rincones el valor del trabajo realizado por sus vecinos. Todas las calles estaban empedradas con el mismo pavimento, las casas ofrecían preciosas fachadas y cualquier rincón estaba engalanado con plantas y flores. Calles quebradas y empinadas que ascendían hasta el mirador de Santa Bárbara. Esta plaza era un lugar agradable, decorado con mucho encanto a base de piedras y jardines, y desde donde había buenas vistas tanto hacia el valle, como hacia las paredes rojizas que servían de telón de fondo al casco urbano. Y en uno de los rincones estaba la pequeña capilla que daba nombre a este espacio, rodeada de un vergel de plantas ornamentales que lo embellecían aún más.
Con ello se terminó el tranquilo paseo por las calles del pueblo con el que terminó la jornada de excursión para la mitad de los asistentes. El resto que se quedaban a dormir se trasladaron al albergue de Anento, situado junto a la travesía. Estaba regentado por Fran, otro vecino muy implicado en la marcha de este pueblo desde hace años, y que nos atendió de maravilla. En el intervalo de descanso hasta la cena recibimos la visita del alcalde, Enrique. Con él tuvimos una entretenida charla cuyo objetivo era conocer los detalles de la recuperación del pueblo. El origen se remonta a la década de los ochenta, cuando un grupo de inquietos jóvenes que veraneaban en el pueblo decidieron mejorar el sendero de acceso al Aguallueve, con jornadas de trabajo. En el año 1985 el Heraldo de Aragón publicó en su contraportada un amplio reportaje sobre estas jornadas, remarcando el gran valor de su patrimonio artístico centrado en su retablo gótico. Pero la ausencia de habitantes y la inseguridad de tener un tesoro casi desprotegido alertó a los jóvenes que decidieron hablar con el periodista. Con el objetivo de mejorar la iglesia y así salvaguardarla les recomendó dirigirse a la Diputación Provincial de Zaragoza. Al final Enrique, el mayor de los jóvenes, con tan sólo 22 años decidió presentarse para alcalde, con el firme objetivo de mejorar el pueblo. Y en las elecciones municipales de 1987 consiguió la alcaldía. Para ello fue necesario tomar la decisión de trasladarse a vivir al pueblo. Al principio sólo vivían él y un pastor. El resto de la historia de 29 años como alcalde se basa en el esfuerzo y el tesón tanto de él como de muchos vecinos que le han ido apoyando. Poco a poco fue atrayendo a más gente, se instaló una pequeña carpintería, se arreglaron las calles, se construyó un albergue, un bar-restaurante, una oficina de turismo y recientemente Anento ha conseguido el título de uno de los pueblos más bonitos de España.
Al día siguiente por la mañana en el albergue tras el desayuno se realizó el visionado de las fotografías que participaron en el concurso y entre los presentes votaron cada una de ellas hasta elegir la que más gustó una detalle de los jardines centrales del mirador de Santa Bárbara, que realizó Pueyo. La segunda más votada corresponde a un detalle de un curioso árbol cercano al Aguallueve, hecha por Ruth.
El resto de la mañana se dedicó a ascender al castillo. Para ello se salió del pueblo en dirección al Aguallueve. Poco después de abandonar el pueblo se tomaron unas escaleras que ascendían entre pinares y rocas pintorescas hasta la parte alta. Allí se emplazaban los restos de la fortaleza, un gran muro almenado con dos torreones y el acceso con puente sobre el antiguo foso. En la parte trasera había un mirador con las mejores vistas de Anento, por encima de los tejados de la localidad, y con el fértil valle situado a sus pies. Se volvió hasta el pueblo por otras escalinatas, atravesando un paisaje rojizo de gran belleza engalanado con plantas y flores. El recorrido terminaba atravesando el pueblo por estrechas calles hasta llegar de nuevo al alberge donde esperaba la comida.
Tras una tranquila sobremesa en la que hubo incluso tiempo para el juego con los más pequeños y para recordar los buenos momentos pasados durante el fin de semana se hizo la hora de poner final a la segunda excursión de Joreáte por Aragón, esperando ya la próxima.
Conoce más sobre esta zona de la mano del dragón Chorche